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lunes, 5 de enero de 2015

Enfoque: Cuando no estaba de moda ser costalero


Blas Jesús Muñoz. Hubo un tiempo en que la moda, la tendencia, el trending y el topic no estaban bajo las trabajaderas. Era la época de las fatigas, de los ensayos con diez o doce costaleros, de los costales-felpa como la del Arrebato, de la técnica ausente, de los vivas en cualquier paso o de los aplausos en las levantás (se debería aplaudir solo al arriar los cuatro zancos por igual) a cofradías de silencio.

Por aquel entonces están mal visto fajarse y ajustarse la arpillera. El costalero tipo era, para la mayoría, un ser de baja estofa, tatuado y conflictivo. Recuerdo a uno que bebía cual cosaco recién salido de la estepa rusa por culpa del cual un año las chicotás duraban la mitad porque pedía al capataz que parara cada dos por tres. Para que algún nostálgico diga que ahora los costaleros, o ciertas cuadrillas, tienen inclinación por el alcohol.

Por aquel entonces los hombres de abajo eran hermanos de la cofradía aunque debieran todas las cuotas y, de tan hermanos, a muchos no les hacía falta ensayar y solo se presentaban el día de salida.

Algunos pasamos verdaderas miserias bajo una parihuela en aquellos '90. Entre tanto algún capataz despuntaba con más y más fuerza y había que oír lo que se decía, las rimas y leyendas (no confundir con las de Gustavo Adolfo) que se escuchaban daban más miedo que Polstergate. Luego no fue para tanto. De hecho, el capataz sigue y a muchos de aquella época -que arrastraban pasos y saltaban más chispas que en los coches de choque- ni se les recuerda. Quienes criticaron ahora se abrazan a verdadera fe como san Pablo cuando se cayó del caballo. Era otro tiempo.









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