Parece mentira,
ya hace 75 años que nuestra Hermandad viene peregrinando por las almas de
tantos y tantos cordobeses, cogiendo la esencia de Nuestra Córdoba en cada “cosita” que hacemos, en cada camino que
emprendemos.
75 años de
PAZ. 75 años de luz en los rostros de todos aquellos que, bien a su paso, bien
desde sus camarines, buscan sus dulces miradas para llenarse de esa vida y
Esperanza que sólo Ellos trasmiten.
75 años de
emociones, de vivencias, de amor, de vida y… sobre todo: de trabajo… mucho
trabajo… Ese trabajo que iniciaran quienes ahora ya no están con nosotros y que
han sido y serán ejemplo imperecedero de cómo hay que hacer las cosas.
Siempre
recordaremos, con afectuosísimo cariño, el incesante caminar de nuestros
mayores, muchos de los cuales ya se encuentran gozando de la gloria eterna en
el Reino de los Cielos. Su inicial esfuerzo, duro y voluntarioso, es el que siempre
nos impulsa en cada problema que se nos plantea… ellos han sido y son nuestra
esencia, el espejo donde siempre queremos mirarnos.
Aquí habéis
escuchado a los recientes Hermanos Mayores de esta gran Casa, todos los
conocéis, sabéis de su empeño y buen hacer en llevar esta Hermandad por el buen
camino, el de engrandecerla y dotarla de esa fuerza de la que goza, de ese
seguimiento popular que tenemos o de ese gusto a la hora de rezar como nosotros
lo hacemos… pero, como todos sabéis, detrás de estos rostros están otros, mucho
menos conocidos, que han dado forma a lo que todos conocen hoy como LA
HERMANDAD DE LA PAZ… Secretarios, Tesoreros, Diputados, Mayordomos, Priostes y
Camareras… vocales y consonantes de esta gran familia que compone, con
literatura ejemplar, y frase a frase, la historia viva de nuestra Hermandad.
Vaya desde
aquí mi público homenaje y el de toda mi Junta de Gobierno, a estas
generaciones de hermanos que, con su trabajo incansable, con su aportación
desinteresada, han logrado poner a nuestra Hermandad en el centro del corazón
de los fieles de Córdoba.
Y no hay
corazón en esta Hermandad como el de nuestros Frailes, pacientes orantes de
nuestra historia; Capuchinos que queremos con el corazón del alma, con el alma
de la amistad y con la amistad de toda una vida. Ellos quisieron coger la parihuela
de La Paz y Esperanza ese 24 de febrero… sobre sus hombros la introdujeron en
el convento y como un solo ser, Hermandad y Comunidad Capuchina, hoy marchan
juntas en comunidad de vida y amor tal, que pocos matrimonios pueden dar
ejemplo como el de estos esponsales que ya duran desde el año 1940.
El acto
central de estos 75 años de vida Cristiana, no podían celebrarse de otra manera
más Cofrade y festiva que con una magnífica salida procesional. El sol nos
acompañó para iluminar Su cara y el día fue tan lúcido y radiante que no faltó
de nada, ni tampoco nadie. Córdoba entera supo caminar “al ladito” de Ella, desde la Iglesia del Convento de La Merced
hasta la Santa Iglesia Catedral y desde el Cielo, otra vez ya de regreso, a ese
recuadro de cal y cielo que es Capuchinos, donde reposa su pacífica presencia. ¡Qué
sensaciones de ese día!, ¡Qué comunión en Hermandad!, ¡Qué arropados nos
sentimos, con la presencia incondicional de todos los que le debemos tanto! ¡Cómo
se queda guardada en nuestras retinas ese paso de milímetro!, esa bambalina de
plata guiñando su compás, entre columnas milenarias, para posar su blancura
soberana, en el mismo Altar Mayor de la Catedral de Córdoba.
Dios sabe
lo agradecido que le estoy por ser yo el que ese día portara el verbo de la
Hermandad… ¡el Alma era ella!, blanca, radiante… como aquella novia que nadie
quiere perderse camino del altar, ¡como esa madre que va a misa los domingos con
sus hijos! ¡como esa pastora divina de rebaño ejemplar!
Sólo faltó
el azahar, con ese olor que todo lo impregna cada vez que Ella sale en señalado
Miércoles y tras los pasos de su hijo… pero dicho aroma se compensó con el
tremendo y extraordinario, desbordante y estremecedor, acompañamiento de todo su
pueblo, aquél que la llama ¡Reina!, ¡Reina de la Paz! … Y que no faltó ni su
hacedor, nuestro querido hermano Juan Martínez Cerrillo, ¡que a mi lado iba!, alegre
como ninguno, al ver que de sus pequeñas manos, nos ha dado nombre y apellido
de grandeza, para ser orgullo pleno de la tierra cordobesa.
Este
reflejo de 75 años de trabajo y amor, de fe y cariño hacia Nuestros Titulares,
es lo que hoy conocemos como LA HERMANDAD DE LA PAZ, una Hermandad que recibo
fuerte y viva, actual y con ese aroma inconfundible de religiosidad popular, de
fe en Cristo y… tan castiza y elegante que es signo de identidad de esta tierra,
cada tarde de Miércoles Santo.
Nuestro
futuro empieza hoy. Por suerte para nosotros, no arrancamos como hace setenta y
cinco años, aquel Jueves Santo de 1938, en San Juan de Letrán. Ya se ha andado buen
trecho, pero ahora queda seguir siendo Humildes y derrochar esa esencia que
sólo aquí tenemos.
Nuestro
anhelo es estar siempre ahí, ¡casi rozando el cielo!, para mayor gloria de
Ellos y para poder dar ejemplo vivo frente a esos que, por oportunidad
ideológica o juego político, critican nuestra esencia; a Nuestra Iglesia… a la
Iglesia de Cristo y… ¿De qué mejor manera podríamos hacerlo? Pues dando testimonio
Cristiano de nuestra Fe, bajando nuestro cortejo a las puertas del cielo del
primer templo de Córdoba… ¡A la Catedral!, donde elegancia y arte, comunión y
compás, se harán oración bajo el palio de columnas que allí nos espera.
Ese
testimonio de Fe es el que debemos de llevar hasta las manos de nuestros
menores y de todos aquellos que hoy se acercan a nuestra Casa, ¡Nuestro
Convento de Capuchinos!, nuestro pedacito de cielo donde reinan, junto al Padre
Eterno, su hijo… Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Paciencia y, Nuestra Madre…María
Santísima de la Paz y Esperanza. Para ello contamos con un equipo de hermanos
que es envidia sana de toda la cristiandad y en el que me apoyo a diario.
¡Nunca nadie tuvo tantos y tan buenos para difundir la palabra de Dios y las
virtudes de su Bendita Madre!
Con este
magnífico equipo, con la ayuda de Dios, y con el ánimo de todos sus fieles, se
van haciendo realidad proyectos tan importantes como la remodelación de la Casa
de Hermandad, el adecentamiento de enseres e instalaciones, la mejora del
trabajo de los costaleros y, ya lo adelanto, el inicio del germen de un
proyecto que todos los cordobeses nos demandan, que no es otro que la
Coronación Canónica de Nuestra Madre Eterna, Reina de la Paz y Esperanza. Este
magno proyecto no va ser fácil, nunca nada lo fue, pero pedimos Paciencia
porque, como todos sabéis, este tipo de asuntos no van ligeros de equipaje, pero
como todo en LA PAZ nada se para y ya estamos iniciando la marcha que, de
seguro, será culminada cuando todo esté preparado y la Autoridad Eclesiástica
de su aprobación… porque Ella ¡ya es corona de nuestro corazón! y nada le hace
falta para adornar su inmaculado rostro, por ser pura y limpia, por ser luz de
luces que ilumina a todos los cordobeses.
Como hace
75 años, seguiremos teniendo las puertas abiertas, seguiremos formándonos en
catequesis viva, seguiremos fomentando la Caridad Cristiana, la formación
religiosa, la vida ejemplar, la hermandad... Seguiremos caminando junto a San
Francisco, ¡Franciscanos Capuchinos!,… seguiremos adornando nuestra fe no sólo
con palabras, sino con esas experiencias que han dado y dan, el nombre
verdadero de nuestra identidad, la HERMANDAD DE LA PAZ.
Seguiremos
luchando por los más necesitados, por aquellos que más nos demandan Esperanza y
que llevamos ayudando durante todo este tiempo, no sólo con alimentos o
vestidos, sino con cariño y comprensión… unas veces con mayor y otras con menor
acierto, pero siempre con la misma buena voluntad e ímpetu que ellos nos
demandan.
Y ya sólo
me queda agradeceros el cariño y apoyo constante que estáis demostrando en la
organización y participación de este aniversario. Animo a Córdoba entera, a
Nuestra Córdoba, a sus fieles y devotos, ¡a la gente de bien!… a disfrutar de
estas salves que ya hemos iniciado en honor de los verdaderos protagonistas de éste,
su aniversario.
¡¡Viva Nuestro
Padre Jesús de la Humildad y Paciencia!!
¡¡Viva Nuestra
Señora de la Paz y Esperanza!!
Enrique Aguilar Amil
Hermano Mayor de la
Hermandad de la Paz y Esperanza
Recordatorio La Firma Invitada: La Paz es la Paz