Un servidor, como muchos de ustedes, bajó ésta semana a ese barrio de estructuras efímeras que se erigen por este mes en los alrededores del Arcángel y que algunos optimistas llaman feria. Feria que no es digna de Córdoba, ni ese nombre de la actualidad que la ostenta. En la feria vi lo que ustedes ven, desorden, cutrez (voy a gastar esa palabra de tanto usarla), precios que son robos y jóvenes, y no tan jóvenes, borrachos con vaso de litro. ¿Qué es la feria? La feria es un macrobotellón permitido que ningún edil ha tenido valor de erradicar y un espejo que nos refleja lo bajo y vergonzoso a dónde se puede llegar.
Lo dicho, del sentir de Córdoba sólo queda el nombre. Córdoba tenía una feria decente, que con el tiempo se convirtió en este monstruo alcohólico y amorfo, que como en el caso del Dr. Frankenstein, hemos creado y veíamos que saldría rana. Y salió.
Córdoba tenía un río limpio, que por la dejadez se llenó de mierda y forraje hasta que se protegió con el nombre de los sotos de la Albolafia. Como quien abandona una casa y se le llena de forraje y pájaros y dicen que se ha creado un espacio protegido.
Córdoba tenía Cruces de Mayo, sin botellones ni reggaetón, ni esa suciedad compuesta por los desperdicios del botellón que tanto nos gusta acumular y que tan desagradable debe resultar a los turistas y extranjeros.
Córdoba tenía un centro transitable, que está tan blindado con las zonas A. C. I. R. E que si vives en el centro y te da un infarto mejor llamas al tanatorio que a la ambulancia.
Córdoba tenía Catedral y Cabildo, que va camino de convertirse en espacio expositivo de la Junta, fruto de esa persecución que se está cebando con el pasado cristiano de esta ciudad. La historia se reescribe, ya mismo dirán que Córdoba no la conquistó Fernando III, sino que los musulmanes se fueron de vacaciones y dejaron a los cristianos para regarle las plantas. Y como buenos inquilinos cuando vuelvan tendremos que devolverles las llaves
Córdoba tenía Semana Santa con cofrades que estaban más pendientes de su labor social y su Cristo que de la cantidad de espectadores que había en la calle o de si se hace un nuevo paso porque el paso antiguo no gusta a la nueva junta.
Córdoba tenía pregoneros cofrades, y no pregoneros elegidos presumiblemente por la junta directiva de una revista del corazón.
Córdoba tenía un Corpus que llegaba hasta la Corredera, seises y calles dignas de pasar por ellas Su Divina Majestad.
Córdoba tenía su Señor Nazareno y su Señora de los Dolores, el primero dejó de serlo y la segunda recemos para que aguante un poco.
Y Córdoba tenía proyectos que no se realizaron, y campanarios y no alminares, y capillas y no sinagogas, y catedrales y no mezquitas, y tenía, y tuvo, y perdió y no recuperó…
Córdoba tenía sentido que se llamara Córdoba, a lo mejor, por desgana le acortamos el nombre hasta que se nos olvide como era. Porque el fallo de Córdoba, es, como siempre, los Cordobeses. Yo soy aficionado a las apuestas, yo pongo fecha de desaparición a muchas de las cosas que he nombrado, la pregunta es: ¿Cuál le ponen ustedes?
Antonio Maya Velázquez
Recordatorio La Espada de Damocles