Querido lector, le confieso que no
tenía muy claro sobre qué hablarle esta semana, pero mirando Twitter me ha
vuelto a salir otra cuenta de una candidatura para Hermano Mayor, y se me ha
encendido la bombillita. Resulta que es de una Hermandad de Sevilla –y no, no
es la que usted está pensando-, y resulta que no es el primer caso, ni mucho
menos, que sucede en la capital andaluza.
La Semana Santa sevillana y sus
Hermandades han sido ejemplo para el resto de Andalucía y de España durante
muchas décadas y siglos en muchos aspectos. En lo artístico, con Juan Manuel
Rodríguez Ojeda, que creó algo tan maravilloso como la estética del palio tal y
como lo concebimos actualmente; en cuestión de organización de cortejos, sin
duda. En el respeto del público hacia las imágenes, otro ejemplo. Especialmente
en las de silencio, y esto último es algo que sigo admirando hoy día de
Sevilla. En el mundo de los de abajo también ha sido históricamente la
precursora de la figura del hermano costalero. En bandas, y a pesar de que el
estilo de Cornetas y Tambores –el de verdad, no el de las bandas de ahora-
tiene su origen en Málaga, desde hace varias décadas todo el orbe musical
cofrade dirige la vista hacia la ciudad hispalense. En altares de culto, en
insignias, en caridad… Incluso un ejemplo en cómo sacarle el máximo provecho a
su Semana Santa en cuanto a turismo. Pero…
A junio de 2015 he de decir que, Sevilla,
sintiéndolo mucho, dejó de ser espejo donde mirarse. Es mi humilde opinión, no
se me lancen al cuello, que lo argumento. Tenemos muy recientes los
acontecimientos de la pasada Madrugá, que evocaron aquellos del año 2000 y
otros de menor relevancia. Siendo quizá la jornada más importante de la Semana
Santa de Sevilla, me hace pensar que hay un problema serio en seguir pensando
que Sevilla es el espejo en el que mirarse para absolutamente todo lo
relacionado con las Cofradías. Los egos y otras cuestiones están convirtiendo
la jornada con más repercusión del panorama cofrade universal en un nido de
canis y pseudocofrades que van a vitorear y aplaudir a los costaleros y los solos
de corneta interminables, y esto se traslada a otros días de la Semana Santa.
Las consecuencias, ahí están: carreritas y pánico generalizado, tapones de
nazarenos y de público, que ponen en riesgo la seguridad, y en muchos suponen casos
interrupción de lo verdaderamente importante: la estación de penitencia, ya sea
del que la realiza o del que va a verla. El respeto del público del que antes
les hablaba ahora brilla más y más por su ausencia. Con cada vez más frecuencia,
el hecho de pedir silencio al público está motivado porque esté produciéndose
algún solo de corneta o de flautín, que para exigir respeto al paso del titular
correspondiente. ¿Es esto adecuado para todo aquel que se fije en Sevilla como
ejemplo a seguir? En cuanto a procesos electorales cofrades, ya escribí hace
unas semanas a razón del circo que se está montando en la Hermandad de
Esperanza de Triana con los candidatos, que están en plena campaña política, sí
sí, campaña. El último capítulo del culebrón es que uno de los candidatos se ha
ido a hacer campaña a las dos bandas que acompañan a los titulares en la
Madrugá del Viernes Santo: una coña, se mire por donde se mire. Pero esto, más
allá de ser un hecho aislado que debería censurarse, se está convirtiendo en
moda en la capital hispalense, y como todo lo que así sucede, pronto se
trasladará a más lugares –si es que no se ha trasladado ya-. ¿Es esto ejemplar
para las Hermandades de todo rincón de Andalucía y España? Un mundo musical
que, más allá de su importantísima labor social para la juventud, se centran
más en competir unas con las otras que en dirigir la mirada a los titulares que
acompañan. Todo ello sin dejar de mirarse al ombligo, como si tuvieran unas
orejeras que les impidieran reconocer que hay otras muchas formaciones
musicales tan a la altura o más que las propias de la ciudad sevillana.
Costaleros, que más que eso son sacapasos, coleccionistas de misterios o
palios, deportistas del costal, más leales a un capataz que a lo que va sobre
los pasos. A la vista está con la cantidad de conflictos que se conocen –y los
que no salen a la luz- en Sevilla. Hermandades, ProHermandades, Asociaciones
Parroquiales y vaya usted a saber qué más denominaciones. El caso es que cada
fin de semana hay un paso en la calle, sea por el motivo que sea… Es la cara
menos religiosa y más popular de la religiosidad popular, valga la redundancia
múltiple. Se pierde el sentido de la espera y el trabajo durante todo un año
para que el día de la salida procesional salga todo perfecto, la importancia de
las formas decrece y el contenido espiritual también. Todo vale para sacar una
imagen sagrada a la calle, incluso vale no formar parte de ninguna Iglesia,
pero eso sí, una buena canastilla y una buena banda detrás. ¿Ha de servir todo
esto de ejemplo para las la Semana Santa en general? Me da en la nariz que no…
Por todo ello –y más-, pienso que
debería de desaparecer ese tópico que dice que Sevilla es el espejo en el que
todos los demás hemos de mirarnos en lo que a Semana Santa respecta. ¿Es la
madre y maestra? En muchas cosas sí que lo ha sido, en alguna que otra continúa
siéndolo. La pregunta que se le puede venir a la cabeza es: Si Sevilla ya no es
el ejemplo a seguir, ¿qué Semana Santa lo es? ¿La de Córdoba, siendo
corporativista? Me temo que tampoco. A día 12 de junio de 2015,
lamentablemente, ya no quedan espejos donde mirarse de forma universal. En unos
lugares se harán ciertas cosas bien, mal o regular, y en otros, se harán otras
cosas distintas de forma más o menos adecuada. Quizá lo importante del cofrade
del año 2015 sea adquirir una mentalidad crítica que le permita analizar y
reflexionar sobre lo que observa en la Semana Santa de distintos lugares. Discernir
entre lo que está bien y lo que debería mejorarse en caso de “importarlo” a la
propia Hermandad de ese cofrade. En mi opinión ya no es válido decir que
Sevilla es la mejor en todo, y que el resto de la población cofrade ha de
seguir su modelo a rajatabla. Está comprobado que allí no todo lo que se hace
está bien, y menos en los últimos tiempos. Afortunadamente, hay vida cofrade
más allá de la capital. Sevilla cofrade, mira que te quiero, porque me “enganché”
a esto de la Semana Santa por ti… Pero dejaste de ser ejemplo para los demás
hace algún tiempo, y ahora, lo eres menos que nunca. Alguien tenía que decirlo.
José Barea
Recordatorio Verde Esperanza: La acomodación del “todo vale”