No hay manera, señores. Aquí Guillermo y su Gente -dícense de paz- pueden denunciar aberraciones de cualquier tipo, de todos los colores y de cualquier ámbito… ¡Se podría hasta contar, con todo lujo de detalles, más de un escándalo Watergate cofrade, que a las luces está que no tendría mayor repercusión que la destitución de un capataz! ¿Qué tendrá el mundo del martillo y del costal, Dios mío, qué tendrá? ¿Qué tendrá que todo lo empaña? ¿Qué tendrá que todo lo ocupa? ¿Qué tendrá que todo lo centra? ¿Qué tendrá que la gente de cofradías es incapaz de hablar de otra cosa que no sea del tema estrella? Y es que aquí el personal: por el costal, ¡MA-TA!
Estoy totalmente convencido de que si la Junta de Gobierno de cualquier Hermandad de la ciudad plantease a sus hermanos en Cabildo el reemplazo de alguno de Sus Sagrados Titulares la repercusión no habría sido ni la mitad de la que ha tenido la noticia de la destitución de D. Rafael Muñoz. Esto pasa por lo que pasa: hace mucho que bajamos a Jesús y a María del altar para reemplazarlos por el costal. Y desde entonces esto es casi lo único importante. Solo somos capaces de identificar una cosa capaz de competir con el costal: el martillo. El llamador es el pobre sustituto de Dios Padre en nuestros días. ¡Triste Dios para una sociedad decadente y penosa! Pero esta es la paupérrima sociedad que tenemos, ¡qué demonios! Simulando nuestro comportamiento en el ámbito político, hemos obrado exactamente igual en el mundillo de las Cofradías, dejando que sea el sector más lerdo (sí, ha leído bien, he dicho lerdo) y menos preparado quien rija los designios de nuestras Hermandades. Y así nos va…
Respecto al caso concreto de la comentadísima destitución del D. Rafael Muñoz (a quien no tengo el gusto de conocer personalmente) solamente realizar unas escuetas apreciaciones. La primera de ellas pasa por recordar de nuevo, tal y como ya se ha reiterado en varios artículos publicados esta misma semana, que la Junta de Gobierno es soberana para adoptar este tipo de decisiones. Solamente el tiempo dirá si acertaron o erraron en su resolución. La segunda, si las formas empleadas para la destitución fueran las que se han detallado en este medio, creo que la Junta de Gobierno –con su Hermano Mayor a la cabeza- deberían hacérselo mirar… pero mucho. Tercera y última: la única actitud ejemplar en todo este asunto ha sido la del capataz destituido, que ha demostrado ser un señor de los pies a la cabeza, tal y como se puede comprobar en su carta de despedida. Ojalá la Junta de Gobierno de la Paz y Esperanza consiga reemplazar a la persona de la que acaban de prescindir por alguien de la misma integridad y valor humano. Aunque, francamente, lo dudo mucho. Personas así no abundan en nuestros tiempos, lamentablemente. Aquí lo relevante, ya saben, es el culto al sacro costal. Y eso es lo que hay.
Marcos Fernán Caballero
Fotografía de Antonio Poyato