Se conoce como el Rocío Chico el solemne voto que el pueblo de Almonte hizo en 1813 en acción de gracias a su Patrona, por haber sido liberado del "furor de las tropas napoleónicas". Se trata de la lucha del pueblo contra el invasor, la tragedia sangrienta abocada a una guerra cuya única salida era la fe de ese pueblo.
La historia de la devoción rociera está llena de hechos que no dejan de apasionar por más que el tiempo pase, y al mismo tiempo reflejan la limpia devoción del pueblo que siempre miró a la Virgen María bajo la advocación del Rocío, como quien mira a una Madre para pedir ayuda en momentos de sufrimiento y aflicción. Son por tanto, muestras de la relación materno-filial de esta devoción mariana para con los pueblos que la veneran.
En 1808 las tropas francesas entran en la Península Ibérica con la intención de tomar la nación española. En enero del siguiente año la Virgen del Rocío es llevada hasta Almonte para que la población le pidiera su celestial mediación ante las dificultades con las que tenían que vivir.
En febrero de 1810 el príncipe de Aremberg, ordena que desde Almonte vayan a la vecina localidad de La Palma del Condado los cabildos secular y eclesiástico para prestar juramento al nuevo rey, José I, hermano de Napoleón Bonaparte. Este mismo personaje, el príncipe de Aremberg, unos días después, manda hasta Almonte un emisario para reclutar tropas y caballos, a lo que la población responde apresándolo, pero viendo ésta que las tropas francesas se iban haciendo con los diferentes lugares, lo liberaron a cambio de guardar silencio ante sus superiores, algo que éste no hizo, lo que motivó que el propio príncipe mandara que “cien Dragones de su ejército viniesen a castigar al pueblo rebelde de Almonte y cumplieran los sanguinarios decretos del Rey intruso”.
Casa de la familia Cepeda |
Este castigo fue sustituido por la aportación del pueblo almonteño de hombres y animales para la guerra. Más tarde, ya en la primavera del mismo año de 1810, el ejército francés establece en el núcleo de la población la Milicia Cívica, obligando al pueblo a duras órdenes, hasta que éste se levanta en contra de los extranjeros. Esta actuación enfureció a los superiores, en este caso al mariscal Soult, quien envió al capitán Doseau para alistar a todos los varones almonteños cuyas edades estuvieran comprendidas entre los 15 y los 60 años. Este capitán estableció el cuartel en la actual calle El Cerro, en la casa de la familia Cepeda, estando allí con 88 soldados, y hasta allí se dirigió un grupo de 39 almonteños unidos por el amor a su patria, los mismos que dispararon a través del portón de la casa, atravesando la bala la madera e iniciándose una trifulca que acabó con la vida del propio capitán y otros 5 soldados. Ésta fue la gota que colmó la paciencia del ejército francés, que fue enviado a la Villa de Almonte para “saquear, degollar e incendiar” la población.
Portón de la casa |
Los almonteños afligidos se encomendaron a la Virgen del Rocío, que estaba en la Parroquia de Almonte, para que les protegiera. No se sabe por qué causa no llegaron los ochocientos infantes que esperaban; a la altura de Pilas, fueron avisados para retroceder; y el Mariscal Soult se conformó sólo con llevarse prisionero al alcalde, que al día siguiente sería liberado en la vecina localidad de Hinojos, salvándose el pueblo de tan trágico final como le esperaba.
Los hechos acaecidos en la madrugada del 19 de agosto de 1810 motivaron que tres años más tarde, el pueblo de Almonte proclamara el voto de acción de gracias que hoy conocemos como “el Rocío Chico”, voto formal y expreso, para siempre, de pasar la madrugada del 19 de agosto de este año y de todos los venideros en la Ermita de Nuestra Señora del Rocío, cantando una solemne misa de acción de gracias, por el favor de haber liberado este pueblo de la tiranía del ejército francés.
Quizás esta demostración de fe por parte del pueblo almonteño fuera tomada por los peregrinos que cada año se acercaban por Pentecostés, animándolos a peregrinar hasta su ermita constituidos en hermandades, y de ahí que inmediatamente después de estos hechos se crearan las hermandades del Rocío de Triana y de Umbrete, sirviendo éstas de abono de la devoción mariana rociera en todo el Aljarafe.
Hoy, doscientos años después, el pueblo de Almonte, sigue celebrando esta efemérides los días 18 y 19 de agosto de cada año, conociéndose como el Rocío Chico.
Acta del juramento del llamado voto del Rocío Chico de 1813
"En nombre de Dios Nuestro Señor Todopoderoso, amén.
En la Villa de Almonte, a dieciséis días de Agosto de mil ochocientos trece, estando los señores que componen los Cabildos secular y eclesiástico y venerable Hermandad de la Reina de los Ángeles, María Santísima del Rocío que abajo firmarán y señalarán como acostumbran, en la sacristía de la única iglesia parroquial de esta nuestra Villa, por ante mi el escribano-secretario del Ayuntamiento Constitucional y Hermano Mayor de la referida Hermandad, para tratar y conferenciar las cosas pertenecientes al justo y debido reconocimiento en que debemos vivir; y demostración en alguna parte de la acción de gracias que debemos tributar a tan Soberana imagen, acordaron lo siguiente:
En este acto se hizo presente por el Sr. Presidente, que son tantos los innumerables prodigios y aún conocidos milagros, que ha obrado la Reina de los Ángeles María Santísima del Rocío en todas las épocas desde su memorable y sagrada aparición, con esta Villa y todos sus naturales y ciudadanos que han tenido el honor de visitar su ermita, que los ha obligado, aún en los climas mas remotos de Ultramar; a fundar capellanías y establecer monumentos de gratitud, y sin atender a los singulares beneficios, que en la antigüedad ha merecido esta afortunada población de tan soberana imagen contrayéndose los que abajo firman solamente al prodigio que los ha estimulado a la reunión de voluntades de que se hará expresión no pueden menos, para que en todo tiempo conste y que los venideros puedan aumentar su devoción hacia tan soberana Madre, que después de Dios nos hace existir, que manifestar; que por la desgracia de los hados se hallaba el reino sumergido en el mayor abatimiento por la intriga de los favoritos, que habían conseguido dejar a la nación española en la mayor miseria, extrayendo de este hermoso reino lo más florido de sus tropas a países extranjeros, a servir al más inaudito y feroz tirano que se ha conocido, Napoleón, Emperador de los franceses, entregándose bajo los pretextos capelosos las fortalezas que dividen este reino del de Francia y aún la misma capital, Madrid; hasta que el día diez y nueve de Marzo de mil ochocientos ocho, improvisamente, y sin que pudiera preverlo la astucia del Favorito, se levantó una gloriosa revolución en el Real sitio de Aranjuez por la cual abdicó la corona nuestro católico monarca el Señor Don Carlos IV en el señor Príncipe de Asturias, proclamándolo, recibiéndolo y jurándolo toda la nación inmediatamente por su legítimo rey que lo es Señor Don Fernando VII (que Dios guarde muchos años); con cuya novedad ocurriendo el Tirano a nuevos ardides de su felonía la intentó engañar; como lo hizo, a nuestro joven monarca, llamándolo para conferenciar en la ciudad de Bayona, como población rayana del reino de Francia, bajo de las palabras de honor y seguridades, que no dejaron la más leve duda, al más virtuoso de los monarcas, arrebatándose así mismo todos los señores reyes e infantes de la Casa Real con tal escándalo que, por que el patriota pueblo español, Madrid, trató de impedir la salida del infante D. Antonio y demás personas de la Casa Real, que aún existían en aquella capital, tomando la mano y haciéndose parte el digno satélite del tirano Emperador; Murat, tan sanguiniario como su Amo, sacrificó a las primeras víctimas de nuestra sagrada revolución el 2 de Mayo del mismo año de 1.808, tratando a dicha capital, como el pueblo mas enemigo y rebelde, degollando y destruyendo la población en los términos más inauditos, teniendo la avilantez, por estar guarnecido con un formidable ejército de ochocientos mil hombres, con el cual se creía señor de la valiente y nunca bien ponderada Nación Española, de expedir un bárbaro decreto imponiendo pena de la vida a el español que matase a un francés, y la de incendiar; saquear y degollar la población y sus habitantes, donde se encontrare derramada la sangre francesa; cuyo execrable atentado irritó el generoso corazón español en tales términos, que no acobardándolo lo numeroso y aguerrido de las tropas enemigas, que contaban con ochocientas mil bayonetas y más de cien mil caballos, levantó el sagrado grito de la libertad de su Religión, adorado Monarca y amada Patria, declarando abiertamente la guerra al expresado tirano, quien creyendo acabar con la nación, arrojó un formidable torrente de tropas a las Andalucías, y el pueblo, que defendía su justa causa, los destruyó y derrotó en la única bien ponderada batalla de Bailén, el diez y seis de junio del mismo año; con cuyo hecho, irritado más más el tirano. se arrojó personalmente el dos de Diciembre del citado año, aunque disfrazado, a la expresada capital, Madrid, con un torrente de tropas, que inundaron las provincias por donde transitaron, y se extendieron a la mayor parte de la Península española.
En cuyo miserable estado y careciendo de fuerzas humanas, en general y particular; el mariano y católico pueblo español acudió a las divinas, impetrando en tanta necesidad y, aflicción el auxilio del Todopoderoso, y especialmente el pueblo de Almonte, no arreviéndose por sí mismo, por carecer de méritos a rogar al Señor de los Ejércitos por la prosperidad de la nación, se arrojó a los pies de las Reina de los Ángeles María Santísima, Nuestra Madre y Señora del Rocío; pasó en devoto procesión y penitencia ante su ermita de donde en hombros de la fe, con admiración de la Península, la trasladó a esta única Iglesia Parroquial el día 11 de Enero de mil ochocientos nueve, desde el cual principiaron las rotativas públicas y secretas, cantando todas, las noches infaliblemente la Salve con asistencia de todo el clero, concurso del más devoto de los pueblos marianos, por cuyas súplicas, y lo que es más, por el conocido y deducido empeño dc la Reina de los Ángeles, María Santísima, en favorecer a sus devotos, se ha conseguido la existencia de este pueblo, pues el veinte y ocho de Febrero del año del mil ochocientos diez, habiendo ocupado los enemigos las Andalucías y este nuestro hermoso país, recibiendo la Autoridad de esta Villa una leve proclama del general español Santisteban, que estaba con muy poca gente en la. Villa de Niebla, pidiendo auxilio convocó y alarmó esta población haciéndola levantar en masa contra los franceses, en cuyo acto se recibió a las dos de la madrugada un oficio del Comandante francés, el Príncipe de Arenberg, mandando se le remitiese inmediatamente un crecidísimo suministro para sus tropas, que, llenas del mayor orgullo, se hallaban en la Villa de La Palma; y en lugar de obedecer su mandato este pueblo generoso, prendió al conductor (del oficio) y continuó su proyecto de pasar a Niebla a dar auxilio al general español, y cuando llegó en aquella madrugada a las alturas de dicha Villa de Niebla., se encontró con las tropas francesas dentro, y que se ignoraba la ruta, que habían tomado los españoles; por cuya causa, venida la noticia a esta villa, se le dio libertad al Propio de La Palma, encargándole el secreto de su prisión, y lejos de hacerlo así, manifestó cuanto había advertido, por cuya razón decretó el Príncipe de Aremberg que pasasen cien dragones a castigar a este pueblo rebelde y cumplir los decretos de su intruso Rey; y ocurriendo este pueblo a su protectora, Nuestra Madre y Señora del Rocío, le estimuló a que cumpliese el suministro que le pedía, y destinase diputación para satisfacer a los cargos que le hiciese, y cumpliéndolo así consiguió el perdón, sin sufrir el más leve perjuicio.
Enseguida se expedieron órdenes por el intruso Gobierno, mandando establecer en esta villa la Milicia Cívica, destinando para ello el dos de abril del mismo año al Coronel Monteau, que con cien dragones de la Caballería y del Príncipe obligase a estos vecinos a servir en clase de cívicos, y sin embargo de la dureza de sus órdenes, se despreciaron cuando se separó de esta población, cuyo hecho irritó al Mariscal Soult y lo estimuló a que destinase a esa villa una partida de caballería del número 4º, comandada por el peor de sus satélites, D. Pedro Dosau, quien con piel de oveja y corazón de tigre, trató desde un principio en que entró en esta hermosa población, que fue el veinte de junio del nominado año, de sacrificarla, haciendo que sus moradores desde la edad de quince hasta más de sesenta años todos se alistasen, y viendo este pueblo que iba a ser sacrificado, ocurrió a la protección de la Reina de los Ángeles María Santísima, con la que consiguió, que por más diligencia, que hizo, no se realizó, sin dejar de trabajar hasta el 16 de Agosto del antedicho año de 1.810, a las diez de su noche, en cuya hora recibió el Magistrado una orden del Capitán Dosau, la más dura, para que sin excusa ni disculpa se diese cumplida la Milicia Cívica el día siguiente a las diez de su mañana; y conociendo lo imposible de su cumplimiento volvió a recurrir a su Protectora, y llegada la hora citada se encontró con la novedad de haber venido una partida de gendarmes a relevarlo. En esta crítica situación entre la una y las dos de la tarde del mismo día diez y siete, se arrojaron a esta villa treinta y nueve paisanos patriotas, que sorprendiendo a las dos partidas francesas compuestas de ochenta y ocho hombres, mataron al Capitán Dosau y otros cinco soldados y llevaron prisionero al Comandante de los gendarmes y a toda la tropa, a excepción de catorce de éstos, que se escaparon, cuya famosa acción la consiguieron por e lfavor de estos vecinos; de cuyo hecho noticioso el Mariscal (Soult) destinó una partida considerable de caballería con la orden de saquear; degollar e incendiar; y en efecto, siendo entre cuatro y cinco de la tarde del día siguiente diez y ocho, se arrojaron con sable en mano, vomitando fuego hasta el más mínimo soldado. Llegada la noche, como entre ocho y nueve de ella, hizo el Comandante francés reunir en la casa de su habitación los dos Cuerpos, eclesiástico y secular; intimidándole la orden, y pidiendo un Capitán, que hacía de Fiscal, la destrucción de la población y cumplimiento de las órdenes de su Emperador; comunicadas por Murat, y especialmente, la última de Soult, los ultrajó con los mayores improperios, los prendió y amenazó de muerte, en cuya época desde las diez de aquella noche principió a saquear la población, no determinándose a poner en ejecución en todas sus partes la orden, por no haber llegado una partida de ochocientas infantes, que venían de camino resueltos y decididos a castigar a este pueblo con todo el rigor de la ley, como lo habían hecho por muchos menos motivos con otros pueblos del Reino: ocurrio el de esta villa, en su mayor aflicción, a su Abogada y Protectora en términos que consiguió apiadar el brazo de la divina Justicia, contentándose sólo con llevarse presos a los señores Vicario y Alcalde, dando libertad en la villa de Hinojos al primero; y, recibiendo aviso de que la infantería estaba en la inmediata villa de Pilas, expidió su Orden para que retrocediera, como lo hizo, con general disgusto de la tropa.
En esta crítica y lamentable situación, y deseando los que abajo firman manifestar algún tanto el reconocimiento y gratitud que deben al Todopoderoso Dios Nuestro Señor; por la intercesión de la Reina de los Ángeles, Maria Santísima Nuestra Madre y Señora del Rocío, de unánime consentimiento y conformidad, >han acordado hacer; como hacen, voto formal y expreso, por sí y en nombre de los que le sucederán en adelante, para siempre jamás, de pasar en la madrugada de día diez y nueve de Agosto de este año y de todos los venideros, a la ermita de Nuestra Madre y Señora, a cantar una solemne Misa en acción de gracias por el singular favor de haber conservado este pueblo, de las furias y rigor de los satélites del tirano, par lo cual se anunciará al público el diez y ocho con repique de campanas y el diez y nueve pasará una diputación compuesta de tres señores eclesiásticos, tres individuos del Ayuntamiento Constitucional y tres hermanos de la venerable Hermandad, en señal del justo reconocímiento en que vivímos por el expresado favor, y el de haber libertado las Andalucías y su Capital el 27 de Agosto del año pasado de 1.812 con las demás victorias conseguidas; y mandaron se extienda en acta formal para su cumplimiento, de que doy fe.
Firman:
-Fernando Viejo, Alcalde -Doctor José María Méndez, Vicario Eclesiástico.-Alfonso Domínguez, Cura interino-José García, Presbítero, Capellán de la Señora. Juan García Cabrera -Juan dc Cala, José Martínez-Juan Romero y Cepeda - Manuel Moreno - José Pascual Rodríguez, Presbítero-Antonio Benítez. -+ Señal del Señor Regidor; Juan Matías Parralo. - Juan Lozano, Presbítero - Miguel Roldán. -Federico Roldán-José Martínez Salazar - Mariano Sevillano - Antonio Rancillo - Bachiller Francisco de Paula Ortega. - Juan José de Rivas Pedro de Barrera. - FranciscoBañes. - Domingo Espina - Pedro Martínez -José Novoa Presbítero-Fernando de Toro.-Gonzalo Cabrera, Presbítero.- Antonio Gómez, Presbítero- Pedro López Prieto. -Juan García Hervas- José Barrera. - Fernando Larios.- Miguel Lozano. Juan de Dios Benedo. - Francisco Peláez - Orosia de Ayala, camarísta y Hermana Mayora.-Juan José Lagares, escribano y Hermano Mayor - .