El enemigo de la Semana Santa no está fuera. Los que no viven esta fiesta se van a la playa, o se quedan en casa, o salen por esos barrios donde no hay cofradías, que en esta ciudad del siglo XXI ya son la inmensa mayoría. ¿Los políticos? Si pueden hacer algún daño es por la obsesión que muestran ciertos barandas del capillismo gobernante a la hora de darles la vara a discreción… o a cambio de ese favor que se recibe así pasen los días del esplendor.
El enemigo de la Semana Santa no viste de trapillo ni fuma en pipa, no lleva foulard ni le canta a la flor del cannabis por el viejo puente, el río y la Alameda. El enemigo de la fiesta tampoco tiene por qué profesar una religión distinta, ni tiene por qué vivir en la duda del agnosticismo o en el convencimiento negativo del ateísmo.
El verdadero enemigo de la Semana Santa está en las casas donde la hermandad le ha cedido el paso al enfrentamiento visceral, en el frikismo que exhiben los que se toman todo esto como una afición para rellenar las horas muertas del ocio, en esas turbias maniobras para defenestrar a un capataz o para meter la mano directamente en la caja, en el uso y abuso de las cofradías para medrar en esta Andalucía mediocre.
El verdadero enemigo de la Semana Santa está en las casas donde la hermandad le ha cedido el paso al enfrentamiento visceral, en el frikismo que exhiben los que se toman todo esto como una afición para rellenar las horas muertas del ocio, en esas turbias maniobras para defenestrar a un capataz o para meter la mano directamente en la caja, en el uso y abuso de las cofradías para medrar en esta Andalucía mediocre.
Recordatorio La Espada de Damocles: El enemigo está dentro