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sábado, 10 de octubre de 2015

Candelabro de cola: De cerca con... un cofrade experimentado


Marcos Fernán Caballero. Nos reunimos una fresca tarde, con nubes que amenazan lluvia, tras más de cuatro meses intentando convencerle para que accediera a darnos esta entrevista. La condición que nos pone es no revelar su identidad. Dice que gracias al mundo de las cofradías ya perdió algunas amistades por el camino y no quiere dejar ninguna más. Antonio, llamémosle así pues, es uno de los cofrades con una experiencia más rica en el mundo de nuestras cofradías, donde ha tocado todos los palos. El folio con las preguntas queda sobre la mesa, junto al vaso de té helado. Y llega el momento de empezar.


Marcos (M): Veintiún años consecutivos en junta de gobierno de una Hermandad dan para mucho…

Antonio (A): Sí señor… para mucho bueno y también para lo malo.

(M): ¿Qué recuerdos quedan al final?

(A): Yo prefiero quedarme con los buenos. Con los malos no se va a ningún sitio. Además creo que el paso del tiempo tiende a difuminar los momentos difíciles.

(M): ¿Qué se aprende después de tantos años al pie del cañón?

(A): En mi caso aprendí a tener mucha paciencia. Eso y mano izquierda para solucionar problemas, porque a la gente hay veces que hay que decirle que no, pero es importante saber hacerlo con diplomacia. También me desarrollo la capacidad de escuchar los cuatro años en que fui Hermano Mayor. Yo creo que en una junta de gobierno es fundamental escuchar a todo el mundo: a los de la junta y a los que no lo están, a los hermanos que solamente van a sacar la papeleta de sitio para salir con la Hermandad en Semana Santa, a capataces, a costaleros… a todo el mundo.

(M): ¿Cómo ve actualmente el mundo de las Cofradías?

(A): Creo que en general las relaciones de las Hermandades con la iglesia han mejorado muchísimo desde mediados de los 90, que fue cuando dejé de formar parte de la junta de gobierno de la mía. También han ganado peso en el conjunto de la sociedad, aunque a veces parece que les cuesta asumir y reivindicar ese papel. Curiosamente cuando más necesario parece por las tensiones con la corporación municipal… algo que no deja de ser muy llamativo. Internamente veo gente muy joven trabajando en la mayoría de Cofradías, lo que es bueno. Lo que no me parece tan bueno es que los hermanos más veteranos estén en casa. Esto creo que debería hacernos pensar.

(M): ¿A usted esta actitud del nuevo gobierno municipal le ha sorprendido?

(A): Sí. Y aunque parece que en las últimas semanas se ha producido un cambio de actitud ahí están las manifestaciones de los concejales del partido que no gobierna pero apoya a los dos que lo hacen. Me da que el tema va a seguir coleando.

(M): ¿Cómo llega a su Hermandad?

(A): Por medio de mi grupo de compañeros de instituto y un amigo de ellos, un par de años mayor que nosotros, que por aquel entonces era seminarista, que fue el que nos embarcó a todos.

(M): ¿Y cómo pone fin después de veintiún años en junta?

(A): Tras hacerme hermano estuve seis años ayudando desde fuera y colaborando en todo lo que podía. Como en las Hermandades hacen falta manos, muchas manos para trabajar acabaron por contar conmigo para entrar a formar parte de la junta. Cuando terminé mi mandato de hermano mayor sumaba ya veinte al frente de la junta. Tomó mi relevo entonces uno de los amigos del instituto que entró a la vez que yo en la Hermandad. Yo iba de Teniente de Hermano Mayor entonces. En una de las reuniones de la junta en que tenía que adoptarse una medida muy importante para la Cofradía tuve la impresión de que la mitad de los que allí estábamos aquel día no sabíamos nada de la solución que el Hermano Mayor y la otra mitad de la junta buscaba para este asunto. En resumidas cuentas, que la decisión que había que adoptar venía “cocinada” de casa y no había voluntad de diálogo. Entonces comprendí que, siendo un tema bastante relevante el que había sobre la mesa y siendo el segundo de a bordo, había perdido la confianza de mi amigo y entendí que era mejor no seguir.

(M): Entiendo… y conociéndole un poco tampoco le convenció lo de la solución “cocinada”, como usted ha dicho.

(A): A ver… yo fue una cosa que traté de evitar cuando fui Hermano Mayor. Si una junta de gobierno no sirve para el diálogo, si todo va preparado, ¿para qué sirve la junta de gobierno? Tú puedes tener clara tu posición en un asunto a tratar y llevarla preparada y exponerla ante el resto. Pero si no admites el diálogo, el planteamiento de alternativas distintas a la tuya, pues creo que caes en un error fenomenal. Una junta tiene que servir para el debate.

(M): Debe sentirse uno extraño al verse fuera después de tanto tiempo implicado.

(A): Algo sí, pero no fue una sensación que duró mucho porque en mi caso seguí ayudando en lo que pude. Para mí la Hermandad no quedó en el olvido con mi salida: yo seguía teniendo amigos en ella y me gustaba colaborar en lo que podía. Solamente se acababa una etapa para empezar otra distinta.

(M): ¿Y mejor?

(A): Diferente: más reposada, menos intensa, con menor responsabilidad. Pero no quiero quitar las ganas a nadie de formar parte de los órganos de gobierno de sus Hermandades. Al contrario, para mí fue una experiencia muy enriquecedora.










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