Esta semana la empiezo contento y la que viene espero estarlo más y que no me decepcione la vuelta del Niño de Santa María, aunque ahora viva en el Pópulo. El regreso de Martínez Ares puede que le ponga la cara colorá a más de un imitador que le ha salido en estos años de ausencia, aunque no se le pondrá mucho porque en el mundillo de las hermandades hay muchos que imitan a boca llena y duermen a pierna suelta. En la escritura hay quien fusila lo que una hermandad publica y lo da como propio. También hay quien copia con más clase que una escuela y tanta clase tiene que desprecia al que copia. Pero no solo de imitadores de Martínez Ares vive el Carnaval aunque las colas para sacar entradas lo que vienen a demostrar es que hay más expectación por verlo que por lo que decida el cabildo de las Angustias sobre las cornetas. Si sale que sí seguro que hay algún plumilla que le da al Quiñones mode on y llora a Tubamirum más que le lloraban los clarines a Abel Moreno.
Luego vendrá el concurso y los que le pedían que volviera, a
na´que saque una comparsa medio buena, se cagarán en todas sus castas
por haberlo usado en el pasado pa´ganar un premio, porque quedaba guay
nombrarlo, y ahora es el que puede quitárselo. Es como cuando uno se va
de la junta de su amigo por motivos personales y todos lo intentan
convecer pa´que siga y al tiempo vuelve como candidato a jefe de la
hermandad y ya no lloran de pena, sino de otra cosa. O como cuando los
capataces se pelean y el que creía que lo van a llamar hasta para car a
San Pancracio en una extraordinaria se ve con pocos pasos y le más pena
que una noche entera escuchando los pasodobles de Los Muñecos de Cádiz a
la que robó a la niña, al que le quitaron la casa o a la inmigrante que
prostituían y no se lo contaba a la familia. Los Cobardes se llama la
comparsa.
Juan Antonio Martinez Aragón