menu

LO ÚLTIMO

 

domingo, 21 de febrero de 2016

La Feria de los Discretos: Nostalgia de otros tiempos


Esta la tarde plúmbea. El invierno ha llegado tarde y la cuaresma se ha adelantado. Las gotas de la fina lluvia no invitan a salir de paseo. Toca velada de salón al calor del hogar. Para un hombre de acción puede ser algo anodino. Es como un león encerrado que añora su libertad. El aroma del café recién hecho  inunda la estancia donde de un piano medio desvencijado entona las primeras notas y compases de la marcha fúnebre de Federico Chopin.  

La merienda es parsimoniosa. El café es acompañado por unos deliciosos pestiños, fritos en aceite de oliva de la tierra y sabiamente endulzados con una mezcla de canela y azúcar, cuya proporción exacta no padece el paso del tiempo. El piano viejo vuelve a sonar, ahora es la marcha fúnebre de la ópera italiana Ione, l'ultimo giorno de Pompei. Las mujeres inicial el rezo del Santo Rosario en una estampa que rememora la nostalgia de un tiempo pasado no tan lejano.

Unas lamparitas de aceite iluminan el rostro de una imagen de tamaño académico que nos muestra a la Madre de Dios dolorida y afligida. Los misterios, padrenuestros, avemarías y letanías llenan entre susurros la estancia a media luz, donde el piano calla por el momento, aunque de seguro cuando terminen las oraciones, volverá a cobrar vida con algunas notas tan grises como la tarde.

El periódico dice que los cultos cuaresmales de las cofradías se suceden sin pausa. También que una incipiente corporación recuperará el Sermón de las Siete Palabras en la antigua casa grande de la Merced. Como contrapunto se multiplican los conciertos de marchas con sones aflamencados e interminables solos de corneta. También los actos donde el mundo de abajo, o sea el relativo al de aquellos servidores que portan los pasos, será exaltado como algo sin parangón. También habrá lugar para presentar en actos que rozaran la soberbia por su extrema parafernalia, carteles anunciadores de tertulias, tabernas, hermandades o de cualquier grupo que medio se precie de presumir de cualidad, que no calidad, cofrade.

Los actos durante estos días de preparación serán muchos. Tantos que al final nos terminaran agobiando. Tanto cartel en los escaparates de los comercios, tanto concierto, tanto pregón y exaltación de algo que por sí solo, si lo sabemos vivir, no lo necesita. Tanto olor a incienso fuera de los templos que hace que nos pique en demasía la nariz. Todo es la sobrecarga de los sentidos.

Es ahora cuando se añoran otros tiempos. Aquellos cultos cuaresmales donde ilustrados predicadores eran escuchados con interés y con el solo objeto de buscar la reflexión interior para acercarnos a Dios. La sencillez de los altares efímeros elaborados con medios escasos. El olor a humedad y a alcanfor de aquellos hábitos ajados por el tiempo. El blanco bicarbonato y polvo de tiza en las priostias, cuando los productos químicos blanqueantes y facturados no eran frecuentes. De aquellas viejas saetas de Córdoba entonadas por voces aguardentosas. De las pinturas de los carteles de Anaya, o de las improvisadas tertulias de los mayores ante un medio de vino de la tierra y una tapa de bacalao, ya fuera frito, rebozado o crudo.

Eran vísperas de una Semana Santa arcaica, sin influencias foráneas, recogida y cuyo sentir era profundamente religioso. Semana Santa de altares domésticos, más para el interior y el espíritu, y que invitaba a la oración y al recogimiento. Semana Mayor donde los días grandes todo se imbuía en la Pasión del Señor. Semana Santa de oficios de tinieblas, Santos Oficios y procesión oficial del Viernes Santo por Decreto de Trevilla. Semana Santa en sepia y desconocida para todos aquellos que hoy presumen de ser cofrades en esta sociedad donde todo es más fácil. Tiempo para la nostalgia y el recuerdo de nuestros orígenes.

Quintín García Roelas








Hoy en GdP


Buscar en Gente de Paz




WWW Gente de Paz