Blas J. Muñoz. Despierta la mañana del 3 de marzo en las redes sociales y un insistente mensaje se repite como un mantra: Estos son los itinerarios de la Semana Santa. Tweets y retweets se repiten durante toda la jornada. Pero algo no va bien, hay quien se atreve a afirmar que algunos datos bailan. No puede ser.
La tarde avanza y, con la gloria efímera de haber sido el primero (casi la misma sensación que posee el costalero), el momento va pasando, pero los tweets no cesan. La noche se cierne cuando la Agrupación emite un comunicado desmintiendo los horarios.
No los nombra, como tampoco lo hace uno de sus redactores para, casi una semana más tarde, regalarle al mundo un nuevo y en este caso enigmático mensaje "...quizá acabe pidiendo que algún que otro capitular pida disculpas...". ¿Qué insinúa exactamente el airado redactor herido en su orgullo? ¿Hubieron filtraciones que generaron su exclusiva fallida?¿Quien fue el auténtico responsable de los itinerarios del caos?
Probablemente, nunca sabremos qué provocó esa publicación y sobre todos sus errores, ni siquiera si fueron intencionados, como tampoco si el propio caos, que aumenta y aumenta, logrará desmadejarse en algún momento. Seguramente no.