Tras unas semanas de descanso en las que la esa bendita locura llamada
cuaresma no me ha dejado tiempo para escribir, he conseguido escabullirme unos
minutos en la noche para sentarme frente al documento vacío de texto. Sin duda
está siendo una cuaresma totalmente diferente para mí, en la que he vivido más desde
dentro que nunca lo que supone sacar una Cofradía a la calle. Pasan los días y
las noches y entre ida y venida, limpieza de enseres, montaje de pasos y
ensayos, resulta que estamos a nueve días del Domingo de Ramos, ¡caramba! Hoy
quisiera reflexionar sobre todo aquello que pasa desapercibido para casi todo
aquel que sale a la calle en Semana Santa y se postra ante un paso, ignorando
inocentemente toda la complejidad que encierra su grandeza estética. El propio cofrade de a pie ignora los entresijos de su Semana Santa, por lo menos, hasta que no se involucra activamente en una Hermandad. Fallamos en transmitir lo duro, y a la vez lo bello que resulta poner los pasos en la calle, quizá así valorarían más justamente nuestra labor.
Hay muchas cosas que no se ven, y que merecen ser, como mínimo,
mencionadas y reconocidas. Es muy fácil
salir a la calle en Semana Santa y disfrutar del caminar de un paso de misterio
o de la belleza plástica de un palio, pero poco se valora o se dice sobre todo
lo que hay detrás de esa belleza plástica. Cada tornillo, cada pequeña cantidad
de cera acumulada y escondida en el mínimo resquicio de un varal, cada pieza de
candelería resplandeciente, cada costalero bien ensamblado en su lugar del
paso, cada nazareno bien situado en su lugar del cortejo, posee detrás una
labor silenciosa de gran cantidad de personas que jamás se destaca. Bien es
cierto que si uno no vive todo ello de cerca, la ingente cantidad de detalles
que esconde la preparación de una salida procesional pasa fácilmente
desapercibida, por ello me resulta más importante si cabe escribir sobre el
tema.
Y es que hay una tendencia a valorar exclusivamente lo que se ve, sin
pararse a reflexionar que es “solamente” una fachada, pero que detrás de ella
hay todo un colosal edificio y cimientos que posibilitan que lo estético pueda
brillar. Por ello, me gustaría desde estas líneas reconocer el inmenso trabajo
de quienes se encargan de limpiar y cuidar los enseres de las Cofradías, de
quienes gestionan todo lo referente al patrimonio humano de cara a la salida
procesional, o de quienes construyen en muy pocos días esa majestuosa catedral
plateada que es un paso de palio. Alguien tenía que decirlo.
Pd: Y la semana que viene, a estas mismas horas, se estarán subiendo a
los titulares de mi Cofradía a sus pasos. Parece que no haya pasado un año, hasta
me cuesta creerme que falte tan poco para que la gloria vuelva a asomar por las
calles…
José Barea
Fuente fotográfica
Recordatorio Verde Esperanza: Aunque no caminéis...