Blas J. Muñoz. Mientras el fin de semana delimitaba su
núcleo central en el Rocío por medio de una participación más que
relevante de la Hermandad filial de Córdoba y numerosos cofrades de la
capital que allí se concitaban, en la capital del Guadalquivir las
cofradías -penitenciales y letíficas- daban cuenta de una agenda que
estuvo marcada por el papel de algunas formaciones más que relevantes de
la ciudad.
Este era el caso de la Hermandad del Císter, la cual
llevaba a cabo su tradicional Rosario con la Virgen de los Ángeles de
Gloria, ocupando un papel más que reseñable la Banda de Música María
Santísima de la Esperanza. Siempre es una delicia escuchar en directo a
una formación que, además de dotarse de un estilo bien definido ha
llevado a cabo una labor de recuperación del patrimonio musical que
queda plasmada en su exquisito repertorio.
Una agenda también marcada por la procesión de San Juan
Bautista de La Salle en la que participó una de las bandas que, poco a
poco, va fraguándose, como es el caso de la Agrupación Musical Nuestro
Padre Jesús de la Fe en su Sagrada Cena y que volvió a dejar sus sones
en un mayo al que aun le resta su acompañamiento a San Juan Bosco el
próximo día 24.
Finalmente, la tarde del domingo venía marcada por la
salida a las calles de su barrio de la Hermandad de Fátima. Era el
cierre de temporada de la Banda de Cornetas y Tambores de la Coronación
de Espinas y, una vez más, volvieron a quedar manifiestas las dos
décadas de vida de una formación elegante a la que aguarda un próximo
curso sumamente especial.
En la agenda que marcaron las bandas cordobesas queda de
nuevo manifiesto el gran momento por el que atraviesan la mayor parte de
las bandas de una ciudad que escribe la crónica contemporánea de sus
cofradías, también sobre el pentagrama.