Blas J. Muñoz. El tiempo estival, el verano en su letanía intensa de oscuridades forzadas, de claroscuros barrocos tras las persianas de la media tarde, nos deja imágenes que trascienden a los altares con luz propia. Especialmente, las advovaciones marianas nos dejan estampas de singular belleza.
Una de ellas no podía faltar a su cita. Se trata de María Santisima de la Caridad y es que la Titular de la Hermandad del Buen Suceso se erige ataviada en San Andrés como una auténtica joya. Tras el cuarto de siglo recién cumplido de su hechura por Miguel Ángel González Jurado, la hermosa Dolorosa luce con la misma o más belleza que el primer día.
Esto se debe en buena medida a las manos y al amor de su vestidor, Eduardo Heredia, quien cada vez que la atavía saca de la Rosa de San Andrés nuevos matices que hablan de una Virgen compleja que siempre es capaz de aportar algo nuevo a sus devotos. Con la mirada blanca, como su encaje, la Virgen de la Caridad ya se halla dispuesta para el tiempo estival, para todo tiempo.