Un año más, la procesión de la Virgen de la Fuensanta queda marginada, y diríamos que tristemente relegada, de la programación de fiestas del ayuntamiento de Córdoba.
No es esta una cuestión baladí, es muy significativo el simbolismo que con sus acciones el consistorio municipal, la casa que debiera ser de todos los cordobeses, transmite. Su discurso no es otro que no hay pan ni sal para los cristianos cordobeses.
Sin embargo una ciudad, un pueblo, una colectividad de personas y gentes, una memoria colectiva tiene mucha más importancia que un alcalde o alcaldesa, que un grupo político, puntual en el tiempo, u otro. Córdoba en este sentido no podría ser diferente; en un mundo en el que interesadamente todo se ideologiza para mantener el cuerpo social dividido; sigue habiendo un pozo indestructible, un cariño por las cosas que nos han hecho lo que somos, un recuerdo constante por lo que algunos definirán como milagros, otros como leyendas, y aún algunos como mitos con los que el pueblo contaba sus anhelos y esperanzas. Como católicos no tenemos dudas, y hablamos de una virgen milagrera presente en la historia de nuestra ciudad, en torno al Santuario siendo relevantes y muy importantes las numerosas procesiones que con motivo de inundaciones, sequías, temporales, epidemias, etc. ha tenido como estandarte.
Todo éso se quiere obviar, se quiere olvidar por parte de algunos paisanos que desprecian sus tradiciones, y por éllo en el fondo la ciudad donde han nacido. No tenemos los católicos que demostrar nuestro grado de solidaridad con las personas refugiadas; muchas son las instituciones, de todo carisma, cristianas que acogen en en toda Europa a las personas refugiadas; es más son muchas también las que sobre el propio terreno, donde caen las bombas no dejan desamparadas ni la vida, ni las almas, de nuestros hermanos. Sin embargo en la Córdoba que se pretende solidaria, y tolerante desde algunos sectores con poder en Capitulares, se ha pretendido enfrentar la justisima vindicación de los devotos a la Virgen de la Fuensanta con la solidaridad a las personas refugiadas; ésto no deja de ser una artimacha rastrera, artera, y despreciable
Como hemos dicho las tradiciones, aunque postergadas, o incluso perseguidas permanecen, los políticos, anécdotas muchas veces vacías en el devenir histórico, se olvidan para siempre. Avisados quedan
Seguirá...
Gabriel Lozano
Foto Antonio Poyato