Es curioso con qué facilidad nos acusan a los cofrades insolidarios. Somos foco de todo tipo de críticas (incluso dentro de nuestro propio mundo) argumentando que nuestra fe va viciada por un paso de oro y que no somos buenos cristianos, que otros propios cofrades hipócritas nos hablan de la pobreza de Cristo y que así deberíamos representarlo. No, cofrades, por ahí no van los tiros.
En absoluto tengo la razón absoluta, pero en los tiempos que corren creo que no hay mayor acto de solidaridad que dar trabajo. Repasen conmigo: doradores, tallistas, orfebres, floristas, cereros, bordadores, diseñadores, y un largo etcétera de trabajadores que dedican sus esfuerzos en vivir de este mundo.
Además, la solidaridad de las cofradías es algo tan presente y necesario que demuestra la hipocresía de las críticas. No solo creamos y damos trabajos a miles de personas, sino que ayudamos al que más lo necesita. Obras de caridad que van desde recogida de alimentos, de material escolar, donaciones económicas, comedores, centros de estimulación precoz, para la tercera edad, y otro largo etcétera. Y son organizaciones que no nacieron con ese propósito pero aún así demuestran un fervor solidario, que merecen el más honorable de los aplausos.
Pero sin duda quién más daño hace al mundo cofrade, como siempre digo, es el propio cofrade. Caemos en el tópico de la pobreza de Cristo y su Madre, cuando lo representamos con unas vestimentas nada adecuadas hablando iconólogica e iconográficamente, despojando a Dios sin ninguno de sus atributos que nos dice que Él es el Rey del Cielo (y de la Tierra). Seamos cautos cofrades, cuando decimos que Cristo no subió con una túnica bordada hasta el Gólgota. Pero este argumento se rompe por sí solo. Donde no iba subido era en un paso con una banda detrás tocando marcha tras marcha. Muy curioso que solo nos quedemos con la vistosidad, lo banal, lo que a veces le quita el protagonismo a Dios y le dejemos sin lo que le realza. No cometamos ese error.
Carlos Medina