Esther Mª Ojeda. Sin lugar a dudas, el portentoso paso de misterio de Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Paciencia sumado al certero y firme paso de su cuadrilla de costaleros han contribuido para convertir el paso del Señor de Capuchinos en un auténtico reclamo hasta constituirse como uno de los más populares de la ciudad de Córdoba. Aunque como muchos recordarán, el dulce titular de la cofradía de la Paz que realizase el insigne Juan Martínez Cerrillo, dotándolo de su inconfundible sello, ha podido ser visto por el pueblo cordobés de formas muy distintas a como lo hacemos actualmente.
El Señor de la Humildad y Paciencia se ponía por primera vez en la calle en la jornada del Miércoles Santo del año 1943 sobre un paso que, según el relato de diversos documentos, fue cedido por la Hermandad de la Expiración gracias a la intervención del entonces hermano mayor de la corporación de San Pablo, Pedro Moya Cerezuela. En aquella primera ocasión y marcando una profunda diferencia con el presente, el titular aparecía solo sobre su paso, desprovisto de la característica iconografía con la que tanta armonía se crea. Además, una segunda aportación vendría de la mano de la Hermandad del Cristo de Gracia, ya que sería esta la que prestara los faroles que iluminarían el paso del Señor, pues los candelabros del Cristo de la Expiración habían sido descartados previamente para la estación de penitencia.
Sin embargo, no habría que esperar más de dos años para que la Hermandad de la Paz comenzase a modificar la estética que rodeaba a Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Paciencia y en la fecha del 1 de agosto de 1945 se alcanzaría un nuevo acuerdo con Martínez Cerrillo para abordar la realización de un nuevo paso para el Señor que sería entregado tan solo ocho días antes del Miércoles Santo de 1946. En dicho contrato se especificaría los pormenores de la pieza, de la que se cuenta que será de madera tallada, imitando caoba, en oro fino, entrefino y plata, de cuatro metros cuarenta de largo por dos metros y cuarenta centímetros de ancho... así como un grupo escultórico de tres figuras...de las llamadas de maniquí, vestidas por el escultor... con trajes de la época y visión artística.
Los aires de renovación no se quedaban ahí, puesto que además, el artista recibió el encargo de un misterio que él concebiría formado por un cirineo, un soldado romano que despojaba al Señor de sus vestiduras y un sayón en la parte frontal que aparecía arrodillado ante Él. A pesar de que algunos testimonios de la época coinciden en afirmar que dichas tallas habían sido ejecutadas en cartón piedra, lo cierto es que la suma por el trabajo desempeñado alcanzó la suma de 29.081,50 pesetas, una cantidad que fue abonada por parte de un grupo de devotos.
No hubo demasiado tiempo para acostumbrarse a esta nueva estampa, ya que desde la década de los 50 hasta principios de los 70 el Señor volvió a realizar su estación de penitencia alzándose en soledad sobre su paso – posiblemente por el prematuro deterioro de las imágenes de Cerrillo, agravado por el mal tiempo durante el desfile procesional – únicamente con la compañía de una cruz depositada en el suelo que representaba los instantes previos a la crucifixión.
Tal y como se ha dicho anteriormente, tendrían que transcurrir dos décadas hasta que el conjunto con el que Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Paciencia recorría las calles cordobesas volviese a ser objeto de profundas modificaciones. Así, el año 1974 significaría la fecha de un estreno tan importante – que se pospondría hasta 1975 por causas de la lluvia – como la ejecución un nuevo paso inspirado en el modelo anterior, obra de Antonio Sánchez Muñoz, Ignacio Torronteras Paz y los hijos de Juan Fernández. Como una presencia constante en el seno de la hermandad, Martínez Cerrillo volvería a dejar su impronta una vez más al realizar las imágenes de unos ángeles y un nuevo Simón de Cirene llamado a acompañar al titular de la cofradía del Miércoles Santo.
Con esta última talla – ocupando un incuestionable plano secundario – se daría lugar a una escena inusual, teniendo en cuenta que, en este caso, el cirineo sujetaba la cruz por los brazos en lugar de hacerlo cuando habitualmente había sido representado portando la parte trasera de la cruz, ayudando de este modo a Jesús en su duro camino hacia el Calvario.
Tras unos años, la década de los 80 traería consigo nuevos cambios en lo concerniente al paso del Señor de la Humildad y Paciencia, que culminarían con la sustitución de los antiguos faroles por unos candelabros arbóreos que darían un aspecto más sofisticado al conjunto estético. Y, como bien es sabido, el recordado Juan Martínez Cerrillo llegaría una vez más para completar la escena que hasta el momento se reducía a las efigies de Jesús y el cirineo, sumando además las inolvidables tallas del soldado romano y el sayón.
Esa escena, desaparecida a día de hoy quedaría inmortalizada tanto en la memoria del pueblo cordobés como en una innumerable cantidad de fotografías, aunque pocas como la que se muestra a continuación. Dicha instantánea, tomada el Miércoles Santo de 1983 resulta ser de lo más curiosa, no solo por el antiguo misterio que durante mucho tiempo acompañó a Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Paciencia, sino también por detalles tan llamativos como los ofrecidos por la perspectiva – la cual deja ver una patente austeridad del exorno floral – o el papel del capataz, quien de conformidad con la costumbre de la Hermandad de la Paz vestía el hábito nazareno de la cofradía. Como algo adicional, aunque también sorprendente, la imagen capturaba el momento en que el paso del Señor salía de la Calle Alfonso XIII para llegar a un ayuntamiento que, como se puede apreciar, aún se encontraba en obras.
Fotografía Hermandad de la Paz y Esperanza