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viernes, 8 de marzo de 2013

Crucifixión

Cuando llegaron al lugar llamado "del Cráneo", lo crucificaron… Lc 23 33

Han posado en el calvario la cruz del cénit del martirio para darte muerte clavado en ella. Una muerte que pretende ser humillante y que mutará en símbolo para millones de almas. La crueldad es excesiva… cuatro clavos perforan tu cuerpo maltratado para consumar la horrible tortura que padeces. Y tu Madre derramando lágrimas de desolación acariciando con su espíritu agonizante tus heridas, intentando sanarlas vanamente… pero no es posible… tu destino está marcado. Abrazaste la cruz conociendo el final del camino que iniciaste con tus hechos. Y asumiste con tu invencible valentía cada golpe, cada dolor, cada menosprecio… Y aunque podrías con un gesto hacer que todo esto pasara en un suspiro o simplemente que no sucediese, te ofreces como cordero para cumplir la profecía y para alumbrar a toda la humanidad.


Y yo subo por el Bailío en busca del altar de piedra de tu sacrificio, para postrarme a tus plantas y ofrecerte mi oración y el sudario de mis entrañas con el que limpiar tu bendita sangre derramada… se consuma el drama entre los ocho faroles de la fe de Córdoba entera, que te sigue y te adora.


Cuatro clavos de Martirio
para tu piel destrozada.

Un clavo por darte la espalda,
por renegar de tu Palabra,
y otro clavo por la bajeza
de hallar dioses en otra barca,
lejos del rumbo de tu caleta.

Un clavo más por tantas guerras,
que asolan el valle y la sierra
cebando de odio las naciones,
ahogando el fuego que la Tierra
siempre mendiga en sus oraciones.

Y un cuarto clavo por la indiferencia
de ver morir a un chiquillo
y ampararnos en promesas,
y adentrarnos en un pasillo
lleno absurdas creencias.

Guillermo Rodríguez



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