Entre 1989 y 1990, la Hermandad de la Paz y Esperanza de Capuchinos, celebró la efeméride más importante hasta el momento. Se cumplían cincuenta años de su fundación y para realzar la ocasión, tuvo lugar una salida extraordinaria con la imagen de Nuestra Señora de la Paz y Esperanza. La fecha programada fue el sábado 8 de diciembre de 1990, día de la Inmaculada Concepción. Sin embargo, la lluvia quiso hacer acto de presencia y hubo de suspenderse la procesión, que tuvo lugar al día siguiente.
Aquella salida extraordinaria nos regaló una multitud de imágenes de imposible repetición. La más llamativa sin duda es poder ver de nuevo a Nuestra Señora de la Paz y Esperanza en su Palio de Palomas, esas palomas que ya no la acompañan cada Miércoles Santo desde el cielo de su blancura.
Otro elemento original e irrepetible es la saya que se estrenó con motivo de aquella celebración. Jamás vistió la Blanca Paloma con saya azul en su paso de palio y dificilmente volverá a suceder.
Muchos fueron los detalles sentimentalmente significativos de aquella salida, como el hecho de ver al palio de malla de la Paz confundiéndose con el alumbrado navideño que ya adornaba las calles de nuestra ciudad, pero quisiéramos destacar un gesto hermosísimo que corrió a cargo del entonces Hermano Mayor, Salvador Hurtado Mantero. Pocos días antes de aquella salida, tuvo lugar el Cabildo Extraordinario de Elecciones a Hermano Mayor de la corporación Capuchina. Nuestro recordado Salvador había decidido no continuar en su cargo tras cuatro años de mandato e iba a ser sustituído por Juan Manuel Rodríguez García. No fueron necesarias elecciones... eran otro tiempos... A pesar de que la decisión estaba tomada y que el Hermano Mayor entrante compartía presidencia con el Hermano Mayor vigente, era éste, como no podía ser de otro modo, quien portaba la vara dorada delante de Nuestra Señora, ya que el traspaso de poderes aún no había tenido lugar. Sin embargo, en un gesto de grandeza y humildad, Salvador Hurtado decidió entregar en mitad del recorrido, en San Miguel, la vara dorada a su sucesor, pera compartir con él aquél altísimo honor. Nos consta que Juan Manuel Rodríguez jamás olvidó aquél gesto. Ojalá hombres como Salvador dirigieran en la actualidad el destino de nuestra Hermandad, hombres que siempre antepusieron el bien común al ego y el reconocimiento individual. Gracias por lo que nos diste. Descansa en Paz.
Otro elemento singular se produjo aquella jornada; fue la primera vez que el palio de Nuestra Reina anduvo precedido por ciriales, cedidos para tal ocasión por nuestra querida Hermandad de N.P.J. de la Sangre (Císter).
Para tan magno acontecimiento se estrenó el Simpecado de la Hermandad al que vemos bendecir en la siguiente fotografía por su propio diseñador. La insignia, al igual que sucedía en aquella época con casi la totalidad de los diseños de la Cofradía y por supuesto la saya azul purísima, nació de la imaginación del magnífico artista capuchino Fray Ricardo de Córdoba, alma creativo y espiritual en aquellos tiempos y en la actualidad lamentablemente alejado de nuestra casa y olvidado por algunos.
Duele el alma ver a quien siempre estuvo vinculado a nuestra Hermandad y al que tanto debemos, lejos de Nuestra Señora. Entristece nuestros corazones que quién realmente está dotado de una especial sensibilidad y un amor verdadero a nuestros Sagrados Titulares, tenga que observarlos desde la lejanía, por el ego y el menosprecio de quien cree que el universo es suyo. Hablaremos en su momento de este gran cordobés con quien nuestra Hermandad tiene una deuda histórica y a quien debería dedicar un monumento y de las causas que han llevado a que no sean sus manos quienes vistan a la Reina de Capuchinos o que de su pluma no hayan brotado los diseños que ahora bordan su figura. Esperemos que el tiempo sea una vez más ese juez inmisericorde que a cada cuál ponga en su sitio. Gracias también a ti, Ricardo.
Guillermo Rodríguez
Recordatorio Ser cofrade