La voz del centurión atruena en los espíritus
afligidos con su impasible autoridad, con su inhumana indiferencia… con un
dedo ordena levantar la cruz del destino para multiplicar nuestro dolor y
arrojarnos por el abismo de la desesperación más oscura. Y me pregunto entre
dudas y lágrimas si merece este sacrificio un universo que tolera que el Rey
del Cielo sea masacrado y humillado sin mover un músculo para evitarlo.
Quiero
comprender la infinitud del miedo a ser crucificado a tu lado pero me rebelo
vestido de la insurrección más inconsciente creyendo en mi ingenuidad que sería
capaz de dar mi vida por Ti, ocupando tu lugar en el madero. Y descubro la
realidad de mi cobardía al contemplar horrorizado cómo se va clavando tu
silueta en el firmamento, mientras mi fe se desangra lentamente en la carencia
más absoluta y en la lejanía del caudal de tu esencia que parece abandonarnos
sin remisión…Y justo en ese instante, tu Divinidad derrama como una catarata de
emociones tu Perdón a toda la humanidad, para que todo comience lentamente a
adquirir sentido…
Elevó
la Cruz la orden del verdugo
hiriendo
como un asta el Cielo.
A la orden del romano
levantaron
el madero
con
tu cuerpo ensangrentado
y
aplastaron el anhelo
de
esperar un gesto humano.
Sometidas
voluntades,
castigados
sentimientos
por
el yugo más cobarde...
y
el cruel padecimiento
que
han sufrido tus verdades.
Y
la Cruz como una daga
se
clavó en el Firmamento
que
lentamente lloraba
lágrimas
de sufrimiento,
por
tu Sangre derramada.
Guillermo Rodríguez