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miércoles, 8 de mayo de 2013

Encarnación del Amor

Me encontré con un primer plano de Ella rebuscando entre mis fotografías, y se abrió de par en par el arcón de mi memoria casi perdida dándome un vuelco el corazón. Yo era sólo un niño y recuerdo que siempre estabas alrededor, como un torbellino que lo alteraba todo. Cuando despuntaba el sol de la mañana en que Andalucía estrena nuevas ilusiones y las calles de San Lorenzo se inundan de palmas, comenzábamos como cada año nuestro peregrinar por callejones y plazas, buscando el lugar adecuado, la imagen perfecta, el aroma de la infinita primavera.

Inmediatamente después de contemplar al Rey de los Reyes, entrando triunfalmente por las puertas del sentimiento, para conquistar nuestros corazones, tú ya tenías la frase en tu boca... “yo quiero ver a la del Puente Romano… a la Morena de los ojos grandes... la más guapa...”. Todos sabíamos que lo dirías y deseábamos que lo hicieras... porque latíamos del mismo modo; en nuestro fuero interno éramos conscientes de que Ella era el Alfa de todo cada Domingo de Ramos y que sólo cuando atravesaba el río camino de Córdoba se preñaban nuestras entrañas de olor a incienso, azahar y cera derretida.

Nuestros pasos nos conducían a la ribera de la grandeza, en el preciso instante en que la cruz de guía anunciaba la presencia de Aquél que derrama Amor sobre los claveles de su calvario para impregnar los espíritus de los que quieren escuchar... Y allí la esperábamos, en mitad del puente, frente a San Rafael, observando calladamente el paso de un cortejo que parecía más largo que ahora porque aún no estaba entre nosotros por deseo capuchino ese Hombre al que Herodes despreció en Cádiz. Tus ojos escudriñaban la orilla de la Calahorra, con el nerviosismo de niña que desea con todas sus fuerzas que se haga realidad lo que su ilusión le había prometido.

Y entonces aparecía el palio y todo se transformaba. No existía nada salvo sus ojos tras la candelería perfectamente encendida. Se acercaba inundando de alegría los adoquines que entonces alfombraban nuestros pies. El timonel de su nave tocaba el martillo y las treinta valientes que mecen sus bambalinas, cirineas de la gloria, mensajeras de la Verdad y costaleras de la Reina del Cerro, la arriaban dulcemente... y papá te cogía de la mano y te llevaba frente a Ella. Y tu carita se iluminaba con una sonrisa de infinita felicidad. Ya tenías lo que soñabas y contigo todos nosotros... Comenzaba la Semana Santa...

Hasta el río se detiene
por ver tu cara morena,
que consuela y que sostiene
a la humanidad entera.

Tus varales atesoran
la Majestad infinita
y tu belleza enamora
a quien navega en tu orilla.

Siempre te espero en el puente
para beber tu mirada
y me tendrás para siempre
entregándote mi alma.

Caminas siempre elegante
con el arte por bandera
nadie mejor pa' llevarte
que tus hijas costaleras.

Fuiste elegida por Dios
para ser su Jardinera
y en tu vergel germinó
tras nueve meses de espera
la Encarnación del Amor.



Guillermo Rodríguez










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