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sábado, 14 de septiembre de 2013

Juan Pablo II varió las estaciones del Vía Crucis y una tradición de cinco siglos

La devoción del Via Crucis, y la configuración de las escenas que en él se incluyen, tiene su origen en los tiempos de las Cruzadas, cuando los cristianos ocuparon por breve tiempo los Santos Lugares. De allí pasó a la Europa bajomedieval, y aunque la tradición cordobesa asegura que San Álvaro de Córdoba erigió en las cercanías del convento de Scala Coeli el «primer Via Crucis de Occidente», no hay ninguna prueba concluyente de que así fuera.

Los peregrinos que en Jerusalén actualmente participan en los Via Crucis que organiza a diario la Custodia de Tierra Santa comienzan el piadoso ejercicio en el «Lythostrotos», un resto del pavimento del pretorio donde Pilatos pronunció la sentencia de muerte. De acuerdo con la secuencia establecida por el Via Crucis tradicional, en ese lugar —muy cerca de la torre Antonia y de la esquina noroccidental del templo— empezó realmente el «camino de la Cruz» de Jesucristo, que termina en la basílica del Santo Sepulcro. De ahí que la primera estación fuera la condena a muerte de Jesús por parte del procurador, y antes de fijarse su número en catorce osciló tanto el número de estaciones como las escenas. El número y la secuenciación quedaron consolidadas a mediados del siglo XVI.

Pero, de acuerdo con la «devotio moderna» que inspiró los primeros Via Crucis, éste no pretendía ser una reconstrucción arqueológica ni un argumento teológico, sino un ejercicio devocional contemplativo que los fieles utilizan para orar, por lo que no hubo problema en incluir pasajes no recogidos por los Evangelios.

El Viernes Santo de 1991, en el Colosseo de Roma, Juan Pablo II presentó por primera vez su «modelo» de Via Crucis, más acorde con los relatos evangélicos.

Las principales novedades aportadas por el Papa Wojtyla fueron la supresión de las estaciones no reco-gidas por los evangelistas (no aparecen las caídas ni la Verónica) y, sobre todo, la ampliación en el tiempo y el espacio, al incluir pasajes que no son propiamente «camino de la Cruz», ya que fija el comienzo en Getsemaní y añade distintas escenas previas a la comparecencia ante Pilato, como –entre otras− la traición de Judas o la sentencia del Sanedrín.

El Via Crucis que mañana se celebra en Córdoba se acoge a esta versión, aunque muchas cofradías de Córdoba, en sus cultos, siguen manteniendo el tradicional.







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