En las tardes de los fines de semana siempre
me gustó escuchar las locuciones de los partidos de fútbol en la radio. De
todos los medios de comunicación, la radio es quizá el único que, a mi
entender, posee la capacidad de hacer una agradable compañía permitiendo, además, ayudar a sacar adelante
el trabajo que a uno se le suele acumular sobre la mesa, a veces tan monótono,
tan tedioso… En los últimos años, de apabullante e innegable dominio culé, mi emisora
favorita no ha sido excepción a la hora de alabar el “brillante” juego del equipo catalán. Ése que a mí me aburre hasta
la saciedad, igual que me ocurre con el que en el último año practica España. Y
usted, que ha tenido la paciencia de llegar hasta aquí, se preguntará, no sin
motivo: ¿qué pinta esto en un artículo de opinión de un blog cofrade? Yo se lo cuento ahora mismo, no se me
precipiten.
Y es que, en el presente año, he tenido
ocasión de contemplar uno de los espectáculos más ridículos y difíciles de
justificar en el transcurso del itinerario de una de nuestras Cofradías (no
especificaré cuál, que no están los tiempos para perder amistades ni para
causar malestar a nadie). Verán, me encontraba yo tan tranquilo disfrutando del
cortejo de la citada Hermandad mientras veía acercarse, lentamente, a la
Titular de la misma. Junto a mí se ubicaba un nutrido grupo de costaleros,
próximo a las inmediaciones de un bar donde todo hacía indicar se iba a
efectuar un relevo. Con los mismos, identifiqué a un conocido hermano de la
Cofradía vestido con el traje de rigor. Me llamó la atención pensar que podía
estar desempeñando la labor de listero, pero no eché más cuentas al mismo…
hasta el momento en que se acercó más el paso hacia el punto donde estaba
previsto el relevo. Y cuál fue mi sorpresa que esta persona sustituyó allí
mismo a uno de los dos contraguías. El contraguía sustituido pasó, a su vez, a tomar
allí mismo el martillo. Y, por supuesto,
el contraguía restante también fue sustituido –no podía ser de otra manera- en
su puesto por otro individuo debidamente enchaquetado. Seguí a la Cofradía por
varias calles más y, en la rotación, entraron hasta tres personas más. Es
decir: tuve el dudoso privilegio de asistir a todo un absurdo tiki taka cofrade. ¡Uno para todos y
ocho para uno! De esto podría colegirse, sin lugar a dudas, que la influencia
del soporífero estilo de juego del Barcelona ha llegado al ámbito cofrade (si
Ángel Cappa tuviera noticia de ello, no dormiría por lo menos durante un mes de
puro éxtasis). Y es que aquí se ve que la Virgen no entra en el Templo hasta
que todos la tocan una y otra y otra vez… pasando todas las manos por todos los
puestos. Para justificar este hecho solo concibo dos posibles explicaciones:
1.
¿Será que los equipos de capataces están cada
vez más limitados en sus capacidades? ¿Será que son incapaces de mantener sus
cinco sentidos en hacer algo más allá de media hora? Creo que no hay que
descartar en absoluto esta posibilidad, más aún considerando que nuestro
sistema educativo, el que ha reducido los niveles de exigencia para que
aprueben hasta los más torpes, es toda una chufla. Puede ser, por tanto, que ya
hasta el más torpe sirva hasta para desempeñar las labores de capataz.
2.
Nos vence la búsqueda de
protagonismo. Si consideramos esta segunda posibilidad, el problema es de mayor
gravedad. A mí me enseñaron que los únicos protagonistas de una Hermandad son
Sus Sagrados Titulares y que lo más bello en todos los actos que desarrolla una
Cofradía, es el sentimiento de igualdad de todos los hermanos que participan en
los mismos. Saber que nadie es más que nadie y que todos somos uno: ni más ni
menos. Ahora parece que esta enseñanza básica ha caído en el desgraciado
olvido. Lo fundamental es estar cerca del paso, cerca de la cámara, del móvil
y, por supuesto, si es descubierto, mejor. Me matan las fotos de costaleros
delante de los pasos con el costal clavado en la nariz (valientes merluzos), me
matan los capataces estrella que posan juntos a amigos y espectadores en el
momento en que el paso está arriado o los niños y no tan niños que mascan
chicle vestidos de acólitos en inexplicable conversación animada con el amigo
de turno… Culpables tanto ellos como los que se lo consienten y que, en vez de
preocuparse en poner remedio a tales males, al acabar la Estación de
Penitencia, se van a casa tan contentos con la sensación de deber cumplido
pensando: “Ha sido brillante. ¡Qué paseón
nos hemos dado y cuánta gente había
en la calle viéndonos!”. Señores,
¡que no hay más Mesías que Dios Nuestro Señor! ¡Se equivocan idolatrando a
capataces, costaleros y demás “protagonistas” que rondan por las Cofradías en
busca de minutos de gloria!
¿Quién sabe? Lo mismo de aquí a unos años me
acuesto una jornada de Semana Santa y, al encender la radio, escucho a Miguel
Ángel de Abajo, en su programa Paso a Paso, hablando en los siguientes
términos: “Espectacular jornada de Lunes
Santo. Son las doce de la noche y estamos en las puertas de San Gregorio. Ha
venido el paso de la Virgen del Perdón magistral en su caracoleo a cargo de “el
Pato” por las angostas calles Deanes y Judería. La dejó ahí para que “de la
Cruz” la enmarcara soberbia en el Arco de Bendiciones. A la salida de la
Catedral, la recogió “el Yogui” que la condujo con magisterio por Cardenal
González. Y aquí en San Gregorio, “Juanito” tiró el caño en el compás para que
“Malagueño” en una maniobra arriesgadísima, compleja, únicamente apta para
valientes, cruce el paso por la magnífica puerta ojival del Templo. ¡¡¡Y HA
ENTRADÓ!!! ¡¡¡HA ENTRADO!!! ¡¡¡QUÉ BESTIA MALAGUEÑO!!! ¡¡¡FENOMENAL ENTRADA EN
EL TEMPLO!!! ¡¡¡Están dentro ya los dos pasos de la Cofradía!!! ¡¡¡Se abrazan
ante nosotros los once que han comandado el paso en el día de hoy: los once del
toque – toque – toque magistral. Gloria al tiki-taka en San Gregorio”.
Toda una pesadilla cofrade que ojalá Dios no
consienta se haga realidad…
Marcos Fernán Caballero