Siempre digo que, de los muchos enemigos que tienen las Hermandades y la
Semana Santa, el peor de todos está en casa, en la casa hermandad se podría
decir haciendo un juego de palabras. Las personas que no pertenecen a este
mundillo (creyentes o no creyentes) tienen una imagen confusa del cofrade que
no corresponde a mi percepción de lo que es ser un (buen) cofrade. Cabe
destacar que no pretendo adoctrinar sobre qué es ser buen, mal o no ser
cofrade. Cabe matizar algunos aspectos para desmontar esa mala imagen…
- No somos capillitas, somos
cofrades. El capillita es aquel que
se acuerda de las Hermandades en cuaresma (como muy pronto) y en Semana Santa,
y pretende ser más cofrade que nadie. A los cofrades de verdad no nos gusta
figurar, estamos orgullosos de vivir la Semana Santa los 365 días del año.
- En el diccionario de un buen cofrade no entra la palabra competitividad.
Vivimos en una sociedad asquerosamente competitiva, en la que para triunfar hay
que pisotear al de al lado. Esos enemigos interiores de los que trata este
artículo ven en las Hermandades un contexto más en el que competir, sin darse
cuenta que cualquier tipo de competición en la Semana Santa es
absurdo. Cada Semana Santa es diferente, cada Hermandad tiene algo digno de
conocerse, cada banda merece escucharse y ser respetada… así con todo. En todo
lo relacionado con lo cofrade no hay nada mejor ni peor, sino distinto. La
variedad es riqueza.
- La manifestación pública de fe es uno de los muchos cultos que los cofrades
vivimos durante todo el año. Resulta innegable que la procesión es muy especial,
pero no sólo de eso vive el buen cofrade.
-Las Hermandades realizan una labor social inimaginable para el resto de
la sociedad. Lo que ocurre es que es (y debe ser) una labor callada. Lo que
haga tu mano izquierda que no lo sepa la derecha. Quien piense que sólo se
recauda dinero para sí mismos comete un error grave.
- La vida del cofrade gira en torno a la fe y el amor. Todo lo que difiera
de ello es incompatible con ser cofrade. Los enemigos internos de la Semana Santa sufren
de idolatría y adoran elementos secundarios olvidando que todo gira alrededor
de Dios y la fe.
Así queda retratado ese personaje que tanto daño nos hace a los cofrades,
ese que pretende ponerse medallas cuando se acercan las fechas mágicas y
aparece por la casa hermandad a figurar. Pseudocofrades, capillitas que
ensucian el nombre del cofrade dañando muchísimo la imagen de cara al exterior.
Individuos que convierten la Semana Santa en una afición sin Dios, como dijo acertadamente
el presidente del Consejo de HH y CC de Sevilla. Quedan dos caminos: el fácil,
que es el que normalmente se elige, que está teñido del relativismo moral que
impera en nuestra sociedad, falto de valores y comportamientos a seguir y en el
que hay que consentir todo; y el difícil, que es el que se basa en la formación
cristiana y luego cofrade, en dar ejemplo a las nuevas generaciones, futuros
referentes para otros jóvenes. Pensemos en quienes estarán al mando de nuestras
Hermandades el día de mañana, igual estamos dejando a nuestros sagrados
titulares una herencia de enemigos cofrades dentro de las Cofradías.
José Barea