San Juan de la Palma vuelve a lucir las mejores galas para representar el rito sagrado. Es el lugar del Silencio, el de la liturgia y la reflexión ante la fija mirada de una persona humilde con esas manos entrelazadas nacidas de Pedro Roldán ante el más querido de los seres.
Todo va cogiendo forma, señal de lo que tenemos a la vuelta de la esquina, de una puerta que se abrirá para dar paso al mayor de los desprecios del tribunal ante la contemplación del pueblo. Paso firme, de frente, una zancada que marca como tiene que ser nuestro camino a pesar de que a veces dudemos cuando nuestra tristeza se apodera de Amargura.
El desgaste de la cera es cada segundo que el reloj nos guía en el rumbo. Nos parecerá igual, pero la historia continuará siendo escrita sin variar un detalle de lo que nos enseñaron nuestros antecesores en un templo de fe, quizás el que más reluzca la religiosidad sin dejar nada de lado.
Volverá y pasará, como si no hubiera pasado, pero quedará una huella en la memoria que nos hará seguir soñando en el más puro Silencio del calendario y acariciar con las manos la llegada de un nuevo Domingo de Ramos.
Recordatorio Un rayo de sol en la Amargura