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lunes, 3 de febrero de 2014

La Saeta Sube al Cielo: Devotos a golpe de gubia

Cuando nos sentimos afligidos, cuando algo nos causa desazón, cuando queremos hacer una petición, o todo lo contrario, cuando queremos agradecer algo, recurrimos a rezar al Cristo o a la Virgen que más devoción nos profesa, ya que como cristianos que somos, encomendarnos a Ellos nos produce una sensación de bienestar y alivio incomparables. 

El orgullo que nos invade cuando hablamos de nuestros queridos Titulares es tan grande y tan bonito que no se puede explicar… ustedes me entienden.  Incluso cuando escuchamos hablar de otras Hermandades alguna vez que otra vez nos ha salido innatamente pensar que nuestro Señor o nuestra Madre son los más hermosos ¿verdad? Por no hablar (que no lo haré) de las rivalidades que existen entre algunas Cofradías y que todos conocemos.

Aquí viene mi reflexión de esta semana: ¿algo tan inquebrantable como la Fe podría resultar materializada?, ¿seríamos capaces de sentir tanta devoción sin que haya una imagen o talla de por medio?, ¿tan sumamente importante es para nosotros tener físicamente representadas las figuras de Jesús y María?

Bien es cierto que estas cuestiones rompen un poco los esquemas del fundamento de la Semana Santa, representar fielmente la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo realizando la Estación de Penitencia de las diferentes Hermandades y Cofradías sacando las tallas de sus respectivos Titulares a la calle. Pero siendo realistas ¿quién no se emociona al ver un capirote acariciando el cielo, una candelería alumbrando titilantemente una cara Dolorosa, al escuchar el racheo de unos alpargates, un quejío saetero o un tambor y una corneta rezándole a un Cristo que anda a compás?

Les propongo algo. Imagínense que un día nuestro Cristo o nuestra Virgen tuviesen que caer en manos de un restaurador. Es un trabajo que requiere técnicas precisas y pulcras para una perfecta ejecución,  pero no siempre sale bien, conocemos casos de resultados fatídicos en los que las tallas quedan a veces irreconocibles. Sólo de pensar que los nuestros pueden correr la misma suerte nos pone nerviosos. ¿Se dan cuenta de que una desacertada labor de restauración puede afectar negativamente en el conjunto de los fieles?

A veces me paro a pensar en el porqué de nuestra devoción a unas advocaciones sí y a otras no, aunque nos gusten todas, pero siempre hay alguna que nos engancha más. En mi caso, y supongo que en el de la mayoría, esto ha sucedido por tradición familiar o simplemente por ese “pellizco” inexplicable que nos causa contemplar una imagen. 

Pero recordemos que todos representan al Hijo de Dios y a su Madre María Santísima, porque parece que a veces nos relegamos de lo que simbolizan y sólo sacamos pecho cuando oímos hablar de nuestra Hermandad.

Estamos de acuerdo en que la fundación de una Hermandad de Penitencia o de Gloria se sustenta fundamentalmente en el culto a Cristo y a la Virgen mediante sus efigies escultóricas, pero que no se nos olvide que lo incuestionable precisamente es eso, el rendir culto. 

Yo soy de la opinión, y puede que no la compartan conmigo, de que como precisamente lo significativo de toda esta historia es hacer acto de Fe, no importa el cómo. Si cada una de las distintas advocaciones cristíferas y marianas nos sirven de vehículo para acogernos a su voluntad y reafirmarnos en nuestras creencias, que así sea. Pero que no suponga olvidarnos de lo que verdaderamente prima en este asunto, y que por supuesto este nuevo “movimiento capillita” no nos lleve a creernos mejor o peor por pertenecer a tal Hermandad. Dios sólo hay uno y absolutamente todos somos iguales ante sus ojos.


Estela García Núñez














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