Nunca pensé, cuando escribí las primeras líneas para este blog y El cáliz de Claudio -a parte del blog anárquico, que sigue siendo- no era ni siquiera una sección de opinión. Ya hubo quien me advirtió de que me andara con ojo con esta gente y, lo confieso, la primera vez que hablé con Guillermo sentía una incertidumbre que ni cuando presentamos en aquella Sala de Cajasur, Alto Guadalquivir. Me pasó, casi, como decía un profesor de sociales, hablando del franquismo -y, entiéndase, es solo una analogía (vease. ejemplo) inocente y descriptiva-, cuando apresaban a los republicanos y, al llegar al pueblo, la gente decía "¡Mira! Si son personas como nosotros".
Evidentemente, mi profesor gustaba de las res publicae que a Roma tan buenos frutos nos trajo y a nosotros parece darnos tanto miedo como quedarnos huérfanos de monarcas (de raigambre francesa) que tan buenas cosas como Fernando VII y el obispo Trevilla nos trajeron. A mí, supongo que por influencia familiar, aquel profesor me motivaba bastante, salvo en clase de pretecnología. El dibujo no era lo mio, quizá por eso ahora escribo sobre cofradías y no me aliento con ínfulas de diseñador, cartelista o amante del Photoshop sobre todas las cosas, como la nueva ley mosaica.
Y escribir no había traído más disgustos hasta ahora que frases por detrás (el "por detrás" cofrade merece un artículo extenso), ya que cuando uno escribe en el ámbito institucional restringe la opinión y sobreestima la puesta en valor de las virtudes. Unos años preciosos, que recordaré siempre con agradecimiento por las alegrías que trajeron y por la capacidad para observar la incoherencia ajena -tal vez, algo de la propia-, y que me prepararon para el momento en que la luna ya no se descolgara de las espadañas y las cofradías, con su escalofrío y su asombro, tendieran a la tarde su ropa sucia, imposible de aclarar ni con el mejor quitamanchas.
Así empezó todo. Y una tarde me senté con Guillermo (el gran gurú talibán, aunque haya otro miembro de este blog más querido y acusado de Imán de lo perverso que el susodicho) y trazamos un plan más maléfico que la última película de Angelina Jolie.
Un plan tan retorcido que solo pretendía informar (aún sigo buscando el mandamiento que lo prohíbe), citando y generando noticias propias. Y, así, nuestra maldad sin límites nos llevó a informar de cambios de capataces, bandas, entrevistas a pregoneros, capataces... Un desdoro, vaya. Además, por si esto no bastase, a opinar y a responder a los ataques ¿Será que abogan por poner la otra mejilla aquellos iguales en la fe que no enseñaron ni una de las dos?
Mentiras, falacias, plagios, payasadas o datos érroneos se han convertido en parte del léxico que he incorporado a mi oído (solo los escucho con uno y a ratos). No daré sus nombres, pero en algunos sorbos del cáliz están. Y no los daré porque no son tan importantes, aunque estén deseando serlo algunos y volver al trono que ocupó de facto Manuel Godoy y Álvarez, otros.
Aunque sí -querido lector-, le invito a que compruebe cuantas veces hemos tenido que rectificar una información (que lo haré alguna vez seguro y mantendré en mi anular la alianza que me une a mi mujer sin que se caiga), ya que, al revés que algún que otro medio tradicional, cuya política costumbrista sea la ocultación, aquí la honestidad es una bandera.
Honestidad que, cuando se reproduce la crónica de otro medio, queda manifiesta con su nombre, apellidos y enlace; amén de que si allí no estás no vas a escribir -como otros- sobre pregones que te mandan por correo y en los que no haces acto de presencia. Eso es muy de aquí. Como mantener una línea editorial mitad de hoja parroquial, mitad de compadreo. Donde no se leerán noticias que no se hayan hecho "oficiales" previamente por la cofradía de turno, que no pasen el tamiz de la amistad con fulano o porque me interesa estar a buenas con sutano, etc.
No se trata de un solo medio, que es generalizado en la letra impresa. Pero ahora añoro los tiempos de un solo periódico y una sola voz porque, a fin de cuentas, la opinión sigue siendo unitaria en el trasfondo.
Desde hace unos meses estoy condenado y, lo peor, ahora me divierto con lo que la penitencia será mayor. Pero más de su agrado o no que otra web tenga claro, querido lector, que la Verdad -la de Cristo- nos hace libres. Y la libertad es un concepto vacío, sin la luz de la fe. En las personas y en los medios todo es subjetivo como sujetos que somos. Si quieren independencia parece que en GdP iniciamos una guerra como aquellá contra el francés por, tan solo, tratar de informar.
Blas Jesús Muñoz