Muchas veces he criticado a los llamados “cofrades de cuaresma”. Es
decir, quienes sólo se acercan a la Hermandad en esta época litúrgica en la que
nos encontramos. En esta ocasión me gustaría, sin caer en contradicción con
aquello que tantas veces he reprobado, reflexionar en una línea que aportará
una perspectiva distinta, probablemente (es mi intención) complementaria. Una
reflexión que encierra una crítica.
Resulta indudable que en estas fechas un gran afluente de personas se
acerca a la vida de Hermandad, ya sea para limpieza de enseres, fotografía,
ensayos u otros actos. A simple vista, es muy tentador criticar a todo aquel
que, por el simple motivo de aparentar, por afición, por falta de tiempo el
resto del año… cualquier razón -justificada o no- no se acerca a la Iglesia ni
a la Hermandad en todo el año. Es cierto
que a quienes disfrutamos de la bendita locura cofrade durante todo el año nos
incomoda ver que aquel que no aparece durante todo el año quiere ponerse el
primero de la fila en estas fechas. Soy el primero que lo he criticado y lo
critico, que conste que no me arrepiento ni de un ápice de lo que he señalado en
otras ocasiones. Pero hay que ir un paso más allá.
La reflexión que quiero compartir con nuestros lectores es en una
dirección interior, una búsqueda en nosotros mismos. Tenemos que meditar sobre
nuestra propia actuación hacia estos cofrades de cuaresma. Y es que, hemos de
preguntarnos… ¿Qué hago yo para que esta persona cuando pase Semana Santa, “se
quede” en la Hermandad? Ahí está la
clave de la cuestión. Siguiendo la línea del Papa Francisco I, quien tanto está
influyendo en mi fe y que habla de que el cristianismo se propaga por atracción
y no por proselitismo (convencer a otra persona de que se unan a una causa, en
este caso el cristianismo), mi reflexión en voz alta me lleva a pensar que
debemos demostrar la alegría que nos brinda el hecho de ser cofrade y hacer
vida de Hermandad durante todo el año. No queda otra. No basta con quedarse en
la comodidad de la crítica hacia aquello que no nos gusta, cosa que no está de
más. Es necesario que nosotros aportemos nuestro granito de arena para atraer a
los que sólo se autodenominan cofrades un corto periodo de tiempo anual.
Por ello os invito a que abramos las puertas de nuestra casa hermandad de
par en par, no de forma literal (que también), sino en el sentido de que
acojamos a todo aquel que se acerque a nuestros titulares de cualquier forma.
Dejémosle entrar, que se contagien de la alegría que desborda nuestro ser
gracias a las Cofradías, gracias a nuestros sagrados titulares, gracias a
nuestros hermanos cofrades. Compartamos nuestra dicha. Sólo así tendremos una
gran esperanza de que muchos de esos que sólo aparecen por allí en cuaresma y
Semana Santa empiecen a dejarse caer con mayor asiduidad gracias al entusiasmo
con el que afrontamos la vida los cofrades. ¿Quién no va a querer acercarse a
algo que ayuda tanto a ser feliz? Se trata de que las Hermandades seamos
verdadero perfume que atrae al pueblo a Cristo.
José Barea
Recordatorio Verde Esperanza