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lunes, 7 de abril de 2014

La Saeta sube al Cielo: Chaparrón de necios


Sin apenas darnos cuenta ya la tenemos aquí. Un año entero, día tras día, esperando a que llegue; la semana más efímera para los cofrades nos abre sus puertas. Y quién no, a día de hoy ha echado ya un vistazo al cielo con incertidumbre, temor, y esperanza.

No hace falta explicar lo que para cualquier cofrade suponen unas simples gotas de agua en estos días tan señalados, no lo quiero ni pensar. Pero vayámonos preparando para los típicos comentarios de gente, desde mi punto de vista bastante ignorante, que les parece motivo de mofa nuestra pesadumbre cuando nuestra hermandad se queda en el templo por las inclemencias meteorológicas. 

Me provoca hasta risa acordarme de las declaraciones tan sumamente ridículas que hizo aquella periodista rubia, presentadora o lo que quiera que sea (si es que es algo aparte de un poco necia) el año pasado cuando realizó un reportaje para su programa, burlándose de nuestra fe diciendo que “qué puede haber de malo en una fiesta en la que la gente se disfraza con unos capirotes, se pelean por deslomarse la espalda para llevar una estatua que podría ir sobre ruedas y luego lloran a moco tendido cuando llueve porque no puede sacarla”. 


Qué soez. Esta gente se autoproclama inculta con estos comentarios. Y es que muchas veces se está mejor callado, así que de este modo ni nos molestemos en enflaquecer, que ellos solos quedan realmente por el suelo cuando al intentar (y recalco lo de INTENTAR) hacer la gracia necesitan faltar al respeto a alguien. Esta actitud me recuerda bastante al mítico graciosillo de clase que por sentirse inferior a los demás tenía la necesidad de reírse de los que él consideraba “los más débiles” para caer bien al resto de amiguetes… ¿puede haber algo más triste?

Yo solo doy las gracias a Dios por las lágrimas que me salen cuando no puedo ver a mi Cristo o a mi Virgen haciendo estación de penitencia en la calle, o cuando me invade una enorme tristeza al ver a unos penitentes, músicos o costaleros abrazándose cuando ven que su hermandad se queda sin salir, porque eso significa que pertenezco a este maravilloso mundo cofrade, donde sólo nosotros nos sentimos vivos al ver al mismísimo Dios andando por nuestra ciudad, sintiendo que vive en el interior de cada uno de nosotros. No hay nada que me llene más como persona que eso.

Aún así, espero que este artículo únicamente quede en un puñado de palabras escritas y que podamos gozar de una nueva Semana Santa con todos los sentidos, con permiso de la autoridad y si el tiempo no lo impide.

Estela García Núñez

















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