En la Alborada, las ruedas de las carretas van haciendo peregrinación. Profundos surcos y aladas sombras de aves, reflejadas en la Marisma. Olas de tierra se desgranan de forma caprichosa, exhalando Glorias, mirando el intenso azul del cielo. Relicario con una ramita de romero, recuerdo del primer camino. Dulce Señora, brisa de santidad que arrulla mis días, virginal venero que mitiga la oscura pena. Onírica aldea, que eleva el simpecado del alma a tus pies, Blanca Paloma. Acaricio entre mis manos las cuentas del rosario, rosas sin espinas cuajadas de Rocío, expresan la grandeza de Dios, al escoger tu seno, madre del firmamento. En mi último aliento, escucha mis pasos descalzos. Abrirán cual labrado abanico, mi vida por distintos senderos, siempre alumbrados por ti, luz de vida.
José Antonio Guzmán Pérez
Fuente Fotográfica
Recordatorio Calvario de Iris