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viernes, 23 de mayo de 2014

Procesión: concepto, origen y evolución histórica



Las salidas procesionales y estaciones de penitencia pueden llegar a ser, si se hacen con devoción y dignidad cristiana, valiosas catequesis plásticas en sus recorridos por las calles, las plazas y los caminos de nuestras ciudades y de nuestros campos. [...] Son una predicación del Misterio Pascual, esto es, de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo y de las verdades de nuestra fe.

Obispos del Sur

Una vez terminada nuestra Semana Grande y analizando los problemas que han supuesto para celadores y diputados, encomiable labor, la actitud de algunos desfilantes, que no penitentes, selfies incluidos, me veía en la necesidad de distinguir entre procesión y estación de penitencia. Al principio, reconozco que sólo iba a ser algo crítico, pero al intentar explicar la diferencia entre una salida procesional y una estación de penitencia, me he dado cuenta que podemos encontrar una definición de procesión lejos del acompañamiento o el culto religioso, pero, también, he comprobado cómo desde antaño las filas se organizaban ya para el culto.

He encontrado el término procesión para denominar el cortejo de un sultán en un cuento sufí y también procesión de esclavos usado para una fila de  cautivos que marchan juntos. Sin embargo, este término desde el principio se ligó al devenir o proceder, es decir marchar juntos con fines sagrados, ¿por qué?

En todas las religiones hay manifestaciones similares cuya semejanza se encuentra en que los congregados desfilan uno detrás de otro, en ordenadas hileras, portando símbolos o estandartes que los unen en sus creencias. En Grecia y Roma son frecuentes las procesiones religiosas, los israelitas procesionan por Yahvé... hileras, filas... Nos quedaremos con lo que como cristianos nos afecta y tal vez como cofrades nos interese.

En el Antiguo Testamento, los sacerdotes hebreos procesionan con el arca de la alianza junto a las murallas de Jericó (Josué 6:4, 6, 8, 11, 12). Y, durante todo el éxodo el pueblo de Israel proseguía su viaje cuando la columna de nube se ponía en movimiento. El Arca, llevada sobre los hombros de los sacerdotes, guiaba la procesión. (Éxodo 38).

En el libro de los números (18-28) vemos como se ordena un cortejo. Cada tribu marcha por el desierto ordenada en escuadras, como en sectores de una de nuestras procesiones, con un estandarte y con un responsable.  Las papeletas de sitio ya se habían recogido en puertas marcadas con sangre días anteriores.

Se celebraron muchas procesiones con palmas para conmemorar el fin del nomadismo, tras un largo deambular por el desierto. Fiesta citada por autores como Josefo o Maimónides, que explica cómo se han de coger las palmas. Las siete procesiones con la Torá en Simjat Torá (Hakkafoth) ya se convirtieron en habituales en el siglo XVI.

En el Nuevo Testamento la única procesión nombrada expresamente es la entrada de Jesús en Jerusalén.  En este contexto, un cortejo tal formaba parte del ritual de la parusía: que  podía suponer para los cristianos la imagen de la venida del Señor. Las aclamaciones de la multitud son del Salmo 117 (vv. 25s), el hallel, Aleluya, utilizado en las grandes solemnidades y la palma, que en la mentalidad hebrea tiene significado de victoria (1 Mac 13,51; Jn 12,13; Ap 7,9), rememoran las celebraciones de la fiesta de los tabernáculos, sucot, en cuyos días Israel escenificaba la marcha por el desierto y su asentamiento, como ya comenté anteriormente. Así se cierran las procesiones bíblicas.

Pero sigamos marchando. Que el tiempo apremia

Desde tiempo inmemorial se va de procesión al Jordán el día de Nochebuena, Nochebuena ortodoxa, en memoria de cuando el Salvador, con su bautizo, bendijo el agua. Se bendice el agua en el templo en la víspera y, el mismo día de la festividad, bien el agua del río bien del sitio donde la gente tome el agua.
La Santa Iglesia Ortodoxa celebra el bautizo de nuestro Señor Jesucristo el 19 de enero, y es una de sus mayores fiestas. La ida a la bendición del agua se llama "la Procesión al Jordán."

Durante siglos se habla de procesiones de fieles pero con sentido de peregrinación. Se peregrina a Tierra Santa o a lugares que tienen un significado especial para los cristianos. Eteria (S. V) cuenta en su «Itinerarium» cómo en Jerusalén toda la comunidad en días señalados (como el Domingo de Ramos) marchaba en procesión a uno de los Santos Lugares (Calvario, Monte de los Olivos...) para conmemorar un acontecimiento de la salvación y celebrar después la Eucaristía. S. Ambrosio y S. Agustín también hablan en sus escritos de las procesiones realizadas con ocasión del traslado de las reliquias de los mártires. Por lo tanto, se trata de una costumbre muy extendida en la época.


En la Alta Edad Media las reliquias son muy apreciadas para su culto, además de que generan mucho beneficio para el monasterio o iglesia que las custodie, mas no salen a la calle. La organización es hacia dentro, aunque fuera nada se deja al azar. Filas ávidas de ver y sentir marchan hacia el interior de los templos.

En esta época ya se celebran algunas procesiones patronales con una organización casi “perfecta”, para que cada uno esté en su sitio. Sin duda, días feriados y de convivencia. Son días en que nobleza y pueblo se unen con un mismo fin.

La Pasión se celebra en la iglesia, dentro del templo, donde el Jueves Santo se instala el Monumento y el Viernes Santo se lee el sermón de la pasión, si bien en algunos lugares se complementa  con la representación de la crucifixión y muerte de Cristo. Las primeras procesiones saldrán a la calle ya en el S. XV, en estas mismas fechas, pero no nos adelantemos.

Curiosamente es a finales del S. XII y XIII cuando se produce una renovación en el pensamiento cristiano. Sobre todo, los seguidores de Domingo de Guzmán, Santo Domingo, que pretendían acercarse al pueblo con predicaciones y ejemplo, dando un giro total a la evangelización. Su cruzada es más pasional que bélica.

Franciscanos y dominicos empiezan a fijarse más en la humanidad de Jesucristo, sin dejar de lado su divinidad obviamente, al igual que el papel de la Virgen María, su madre dolorosa. Por lo tanto, el papel de la Pasión va adquiriendo más importancia para fieles y religiosos. Asimismo, estas órdenes propagan entre los laicos acciones penitenciales de disciplinantes y flagelantes que no hacían sino rememorar la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, celebrando el Jueves y el Viernes Santo, que junto a la exaltación de la cruz y una gran devoción por la Virgen, dan origen a las primeras Hermandades  de Vera Cruz, con un  verdadero espíritu de penitencia. Una simple cruz o arropada, a veces, con una sencilla toalla puede ir  en un cortejo acompañada de imágenes portadas sobre una mesa o parihuela pero, por supuesto, muy austeros. Son el origen de nuestros actuales “pasos”. Pero eso es otra historia.

Desde el momento en que la Cruz empieza verse como suplicio y sacrificio y no como gloria y victoria, la fiesta más importante de la Cruz era en mayo, cambia la mentalidad. Jesús ha muerto por nosotros, invitándonos a llevar nuestra cruz, mortificándonos.

Si bien comienzan las procesiones como tales en algún momento del S. XV, se tiene conocimiento de la existencia de cofradías desde mucho antes. Los gremios profesionales tienen un papel muy importante en las primeras salidas procesionales. Una burguesía en desarrollo se involucra cada vez más en temas asistenciales y caritativos y quiere demostrar en la calle que va adquiriendo fuerza. Las primeras procesiones ligan lo corporativo y lo religioso. Sin embargo, cada uno en su sitio, siempre así. Curiosamente, hay una prenda litúrgica, como un mandil, llamada el gremial que originariamente se utilizaba en desfiles procesionales para separar al clero del resto del desfile.

La reforma tridentina ya se encargaría de fomentar de sacar la Pasión a las calles, burgueses, gremios… pueblo ávido por reivindicar su limpieza de sangre engrosa las filas de los cortejos

Las Hermandades hasta el siglo XVI no usaban el capirote. Los penitentes se ceñían una especie corona de espinas a la cabeza y se ocultaban con una tela para guardar el anonimato, hasta que aproximadamente hacia 1580 se toma el capirote de los sentenciados por el Santo Oficio, que lo convierte en la señal del que hace penitencia.
               
En sus fechas correspondientes, y como no podía ser menos, se realizan procesiones del Corpus Christi y la Santísima Trinidad, promovidas por los reyes, de las que se tiene constancia y se sabe que en muchas ocasiones participa la soldadesca.

Un caso aparte merece el Vía Crucis, que introducido desde Palestina, se va extendiendo por toda Europa gracias también a las dos órdenes religiosas antes citadas.

El Beato Álvaro de Córdoba, dominico, introdujo el Vía Crucis en occidente en 1426 realizándolo en la Scala Coeli de la sierra cordobesa pero al principio no tenía las catorce estaciones que se fijaron posteriormente. 

Ya en el S. XVI, en Sevilla, a donde se mira cuando de Semana Santa y procesiones se trata, dicen que  el origen de la auténtica Semana Santa está el Vía Crucis instaurado y fomentado por el primer marqués de Tarifa, don Fadrique Enríquez de Ribera, quien viajó a Tierra Santa de 1518 a 1520. Desde la puerta de su palacio, que desde entonces comenzó a llamarse Casa de Pilatos, hasta el Humilladero de la Cruz del Campo, erigido en 1380 por una cofradía  de negros y hasta donde se cumplían los 1.321 pasos equivalentes a 997'13 metros, los mismos que distaban del Pretorio al Monte Calvario en Jerusalén.

Es pues, una función socializadora a la vez que evangelizadora lo que lleva a salir las primeras procesiones de Pasión a la calle. Jueves Santo y Viernes Santo ven convivir a pueblo, villanos y nobles, cristianos todos, portando su cruz, velado sus rostro, y unidos por el sufrimiento de Cristo y el dolor de su amadísima Madre.


José Antonio Soler


 





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