La primavera la sangre altera, en cualquier rincón del planeta, hasta en el Vaticano.
¿Qué por qué digo esto?, que se lo pregunten a nuestro querido y personalmente admirable Papa Francisco.
El sumo pontífice vuelve a revolucionar a los católicos esta semana. El motivo: una carta cuyo remitente es un grupo de veintiséis mujeres anónimas enamoradas de sacerdotes, en la cual reivindican que un vínculo tan fuerte y hermoso como el amor entre dos personas no debería estar prohibido.
Ante esta solicitud de cambio en la disciplina del celibato, el Santo Padre hacia unas declaraciones que dejaban ver una puerta abierta a este asunto tan polémico como antiguo: ”El celibato no es un dogma de fe, es una regla de vida, que yo aprecio mucho y creo que es un regalo para la Iglesia”.
Esta posibilidad de que los sacerdotes puedan casarse, desde mi punto de vista, es un gran paso para la Iglesia. El catolicismo no está pasando precisamente por su mejor momento, hay datos fehacientes de que el número de sacerdotes en Europa está en declive, al igual que el número de religiosas. Por no hablar de las inquietudes de los jóvenes, que cada vez se sienten más perdidos en cuestiones de fe. Solo hay que mirar la escasa cantidad de alumnos que existen en asignaturas optativas como Religión.
De todos es sabido que la Iglesia Católica contempla que los sacerdotes deben dedicarse plenamente a su vocación para cumplir su misión y es precisamente por eso que las malas lenguas relacionan los recientes escándalos de abusos con este tema. Me parece tan escabroso achacar el celibato a patologías psicológicas que para mí ni es digno de debate.
Aún así es cierto que desde que Jorge Bergoglio asumió su cargo en la Santa Sede la popularidad cristiana ha ido aumentando, y precisamente por eso, este asunto puede tomarse de forma positiva en la valoración de los creyentes.
Lo que sí está claro es que la opción de una visión diferente sobre el celibato suscitará numerosos debates y no dejará a nadie indiferente. Señoras y señores, la polémica está servida (de nuevo).
Estela García Núñez
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