Son las cuatro de la tarde y el sol entra por la ventana de su habitación trepando por la cama hasta llegar a su rostro. La claridad de la luz hace que se levante. Ya llegó el día que tanto llevaba esperando. Anoche se acostó tarde viendo encerrarse a la hermandad de la Paz y necesitaba descansar. Se da la vuelta y mira el reloj. Se ha despertado antes de lo planeado, pero se alegra porque así no tendrá que ir con tantas prisas. Tras haber comido algo y haberse duchado se dirige a su dormitorio de nuevo. Encima del escritorio está todo; la camisa de lino para no pasar tanta calor, sus vaqueros especiales para la ocasión y lo más importante, la faja y el costal de la familia. Todavía recuerda cuando su padre se lo dio, fue el día más feliz de su vida. El hecho de entregárselo significaba que su abuelo y su padre ya lo veían preparado para convertirse en todo un costalero. Uno más de la familia. Es imposible que al recordarlo una sonrisa no aparezca en su rostro y mira que ya han pasado 20 años desde aquello.
Llega a la iglesia acompañado por su hijo pequeño y su mujer. Lo que más le alegra es ver la ilusión de su niño pequeño, que le ha llevado su costal muy entusiasmado y encantado. La familia se encuentra delante del Santísimo Cristo de Gracia, dándole las gracias por protegerlos siempre. En ese instante el niño se acerca al paso y mirando al cristo dice; "¿Has visto a mi papá? Es el mejor costalero del mundo y no te preocupes que mientras él sea parte de tus pies, no te pasará nada." El costalero se queda sin palabras al escuchar a su hijo y va corriendo a abrazarlo.-¿De mayor quieres ser como papá y llevar a este cristo, hijo? -Yo quiero ser como tú papá, y como el abuelo.- Los ojos se le inundan de lágrimas al escuchar a su pequeño y lo abraza con más fuerza. Quizás no todo el mundo llegue a entender la importancia de le Semana Santa en la vida de los cofrades, pero ejemplos como este hacen ver que no sólo es una pasión, sino un sentimiento enorme.
Llega a la iglesia acompañado por su hijo pequeño y su mujer. Lo que más le alegra es ver la ilusión de su niño pequeño, que le ha llevado su costal muy entusiasmado y encantado. La familia se encuentra delante del Santísimo Cristo de Gracia, dándole las gracias por protegerlos siempre. En ese instante el niño se acerca al paso y mirando al cristo dice; "¿Has visto a mi papá? Es el mejor costalero del mundo y no te preocupes que mientras él sea parte de tus pies, no te pasará nada." El costalero se queda sin palabras al escuchar a su hijo y va corriendo a abrazarlo.-¿De mayor quieres ser como papá y llevar a este cristo, hijo? -Yo quiero ser como tú papá, y como el abuelo.- Los ojos se le inundan de lágrimas al escuchar a su pequeño y lo abraza con más fuerza. Quizás no todo el mundo llegue a entender la importancia de le Semana Santa en la vida de los cofrades, pero ejemplos como este hacen ver que no sólo es una pasión, sino un sentimiento enorme.
Un sentimiento que bien nace o pasa de generación en generación. Es gracioso cuando por ejemplo ves a un niño debajo de un tendedero, levantándolo y diciendo "¡mira, como papá!" Es gracioso, repito pero ya te dá para pensar. Para darte cuenta de que le gusta y lo disfruta desde pequeño. Puede que cuando tenga más uso de razón deje de gustarle, es cierto, pero el ver que los más pequeños imitan lo que hacen sus padres te da fuerza y más ganas de seguir luchando y trabajando por la Semana Santa. Los costaleros son los pies de Dios y de su Madre. Sin ellos nuestra Semana Mayor no sería lo mismo. Los "hermanos de faja y costal" leí en una ocasión. Y es así, no son simples portadores, bien sea por afición o por devoción, los costaleros son los hermanos encargados de hacer llevar a Jesús y a la Virgen por las calles y así, entre otras cosas, llevárselos a aquellas personas que no pueden ir a la iglesia a ver a sus imágenes por distintos motivos. Voy a modificar la frase que leí, yo los llamaría los "ángeles de faja y costal". Porque para mí, ellos, costaleros y portadores, son los elegidos por Dios para cargar tan honorable carga. Yo no soy costalero, es cierto, pero he tenido el grandísimo honor de portar en mi hombro a mi Señor y os puedo decir que no hay peso más agradable de llevar que ese. Y aunque fuera durante poco rato, el estar rodeado de hermanos, ponerse a las órdenes de un capataz y andar todos por igual en un Vía Crucis ya te hace reflexionar sobre cómo son y cómo funcionan las cosas debajo de un paso.
Ángeles de faja y costal que sobre su cerviz portan una carga divina. Por ellos y para ellos. Costaleros, sigan así... ¡siempre de frente!
Alberto Rider y Esther Cayuelas
Fuente Fotográfica Esther Cayuelas
Fuente Fotográfica Alberto Rider