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jueves, 28 de agosto de 2014

El cáliz de Claudio: ¿Quiénes mandan en nuestras cofradías?


Si no se han hecho esta pregunta, deberían. Antes deben tener claro que la proyección social es algo innato al ser humano y que, la libertad, como concepto teórico está muy bien, pero en la realidad no existe ni nada que se le parezca. Todos creemos ser libres, aunque en verdad solo poseemos cotas muy reducidas de libre maniobrar. Quizá, sea lo que necesitemos para no ir más allá de donde debemos.


Si intentáramos actuar con absoluta voluntad sin cortapisas, probablemente, no llegaríamos ni al portal de casa. Pues vivimos en un mundo bajo el control de lo establecido. Si acaso, protestar -con un pataleo- es lo máximo que se nos permite. Y, en este punto, se halla la dicotomía del cofrade que anhela cambiar su parte alícuota de realidad, obviando que esa parte es ciertamente limitada a los cánones preestablecidos. E, incluso, por bienintencionados que sean, la historia se mide en siglos y son los siglos los que nos colocarán en algún sitio determinado.

Luego están nuestros dirigentes. Ellos, en su mayoría, no se plantean estos conceptos porque, de hacerlo, su mínima cuota de poder quedaría reducida al absurdo. Y ya lo dijo Jean Paul Sartre, el absurdo conduce a la náusea.

Así las cosas, mejor desarrollarse entre clichés que plantearse el origen de las cosas. Pues en el nacimiento está lo primigenio y no en estereotipos manoseados por la "costumbre". Y, entonces, los grandes conceptos se reducen a detalles nimios que rozan los "ismos" de otro siglo.

Un par de ejemplos pueden resultar sumamente ilustrativos. Piensen si, dentro de o hace cien años, alguna crónica o algunas páginas se dedicarán o reflejarían, el intento de alguien por detener un acuerdo pactado porque, previamente, salió publicado en cierto medio. O, si por su parte, el papel o la nube de la red, recordarán preacuerdos para ser el candidato más votado.

Si se lo contásemos a cualquier persona ajena a nuestro espectro, probablemente, o saldría espantado o se reiría de nosotros a mandíbula batiente.

Ahora, piensen en dirigentes internacionales, estatales o regionales pasados (20 o 30 años atrás, mínimo). Fuera de una mayor o menor afinidad, nadie dudaría que su preparación era mayor a un primer golpe de vista.

Para los amigos de la democracia, les diré que corremos el riesgo de que salga un líder, medianamente instruido y carismático, que nos conduzca a un régimen totalitario (tal vez, ya esté en ciernes). O un lider, un gurú cofrade que nos conduzca a una verdad de las cofradías que desconocíamos, pues la que nos ofrece la mayoría de rectores es una realidad de pantuflas, pijama y pizza familiar.

Una realidad de andar por casa en la que la proyección personal prima sobre todas las cosas. Y donde un concepto como la libertad es un traje tan amplio que no hay juntas de gobierno que lo rellenen.


Blas Jesús Muñoz











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