"El 90% de las cofradías cordobesas debería quedarse en casa (...). Si la gente no responde para qué celebrar procesiones o actos de culto". No busquen al entrevistado porque, aunque es de carne y hueso y cofrade muy notable, de nuestra conversación hace unos días solo me ha dejado utilizar este titular sin nombre.
Hay quien pensará que es aquello de tirar la piedra y esconder la mano. Nada más lejos de la realidad. Más bien ser consecuente y no provocar que te lluevan las bofetadas como una tormenta de verano en plena gota fría del este peninsular, ahora que es época. Y es que llueven porque la realidad de este cuento, que no es de los hermanos Grimm, es que si opinas y eres consecuente, esos dos factores te condenan al escarnio más descarado sin complejos y abusivo hasta el descaro.
Sin embargo, si repasamos el titular y recordamos a aquellos que han defendido y defienden que no salga la Patrona (o el Custodio) en procesión, a consecuencia de la falta de público congregado, el desfile de varas o el puentecito de septiembre, no sería malo recordarles o recordar al viento (que, a fin de cuentas, sirve igual) que, por esa regla de tres tan socrática, aquí, en Córdoba, habría que cerrar el chiringuito y no el de Jugones, sino el de las cofradías.
Quizá los traslados tumultuosos hayan borrado de la frágil memoria tantas estaciones de penitencia, de vuelta al templo, con menos gente en las aceras que en una huelga general (lo cual, dicho sea de paso, tiene su mérito). O cultos, de la pasada Cuaresma, no hay que ir más lejos, en los que, de haber tenido que pasar lista, hubiera sido mejor nombrar a los siete que estaban allí y no a los ausentes.
No sería inconveniente tampoco reflexionar sobre el número de hermanos y la proporción con los habitantes de la ciudad, con su número anual de nazarenos o con el de otras corporaciones con las que pretende medirse más de una corporación tan antigua como Felipe IV. O también, retomando el argumento de que la Patrona perdió su sabor tradicional, habría que recordar los tradicionales cortes históricos que han venido sufriendo las hermandades a lo largo de su historia o el porcentaje de cofradías cuya fundación es anterior a la posguerra.
"Hacer protestación pública de fe está de moda, aunque a más de uno -de fuera y de dentro- le pese". Ese es el otro titular. No se preocupen que, pronto compartiremos el contenido íntegro de esa entrevista, el día en que el 90% se quede en casa.