A veces parece que nos empeñamos en que otros cambien en mundo a nuestro
antojo, en lugar de hacerlo por nosotros mismos. Tenemos la costumbre, me
incluyo por supuesto, de montarnos en un pequeño pedestal y señalar todo lo que
hace mal el prójimo, en ocasiones olvidando los aspectos positivos que
seguramente este posea.
No digo que no haya que decir claramente cuándo alguien no está obrando
bien, ya que no hay nada malo en denunciar injusticias, ya sea dentro o fuera
de las Cofradías. Lo que quiero expresar en el artículo de este primer viernes
de septiembre, es lo mismo que aparece en el Evangelio según San Juan (8:1-17).
Aquel que recoge la famosa afirmación de Jesús: “quien esté libre de pecado que
tire la primera piedra”.
¿Estamos nosotros libres de pecado? Quizá lo hagamos todo perfecto, pero
también es muy posible que dejemos de hacer muchas cosas, sea por el motivo que
sea. He ahí el pecado por omisión. Dios nos brindó dos manos y un intelecto
para que lo utilizáramos, nos regaló unos talentos para que nosotros los
hiciésemos crecer, y para ello hay que mancharse, equivocarse para luego
rectificar, no hay problema. Lo que no es de recibo que estemos parados en
nuestro cómodo pedestal, impolutos, criticando a hace cosas, ya sean correctas
o no desde nuestra perspectiva. Considero que de esta manía utópica que tenemos
de cambiar el mundo desde los demás de forma rocambolesca y no a partir de
nuestra persona, la gran verdad que sobresale es que cada uno de nosotros
tenemos una pequeña parcela de responsabilidad, y es lo único que podemos
modificar a nuestro antojo, ya que somos arquitectos de nuestro propio destino.
Sólo así aportaremos nuestro pequeño granito de arena a nuestra Hermandad.
Es muy importante concienciar a todos los cofrades sobre este aspecto, que antes de subirse a cualquier pedestal, mejor ponemos los pies en el suelo y nos ofrecemos a nosotros mismos para lo que sea. Así que, en lugar de criticar al de al lado y de preguntarnos ¿por qué está ese ahí, por qué hace esto y no aquello? no nos cuestionamos: ¿Qué puedo hacer yo para arrimar el hombro? ¿Por qué no lo hago? Es mucho más sano, y sin duda más productivo que andar criticando a los demás de forma totalmente destructiva y sin aportar ninguna alternativa. El momento de ayudar es justo ahora, no hay que perder el tiempo con la boca cuando podemos ganarlo con nuestras manos. Todo está en ellas.
José Barea
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