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miércoles, 3 de septiembre de 2014

El Candil: Lectio Divina


Durante todo el mes de septiembre la Iglesia celebra el mes de la Biblia. La intención es que durante este mes, en todas las comunidades cristianas, se desarrollen algunas actividades que nos permitan acercarnos mejor y con más provecho a la Palabra de Dios.

Para los católicos, septiembre es el mes de la Biblia porque el 30 de septiembre es el día de San Jerónimo, el hombre que dedicó su vida al estudio y a la traducción de la Biblia del griego y el hebreo al latín. Nació en Dalmacia, cerca del año 340 y murió en Belén el 30 de septiembre de 420. La traducción al latín de la Biblia hecha por San Jerónimo, llamada la Vulgata (de vulgata editio, “'edición para el pueblo”), ha sido hasta la promulgación de la Neovulgata en 1979, el texto bíblico oficial de la Iglesia católica romana.

Cuando me encontré con el término “lectio divina”, (lectura sagrada), se me vino al pensamiento la idea de unos monjes ya mayores estudiando unos manuscritos vetustos y leyendo, a la luz de los candiles, libros muy antiguos. Sin embargo en las comunidades monásticas todavía se usa este método de oración y lo puede practicar incluso el más ocupado y el menos monástico de nosotros.

La lectio divina es una forma de tener un encuentro con Dios a través de la Sagrada Escritura, y se hace normalmente tomando un pasaje determinado de la Biblia para hacer la oración. Hay diversos métodos para la lectura sagrada, pero el más sencillo es el de los cuatro pasos: Lectura, Meditación, Oración y Compromiso.

Se trata de cuatro actitudes básicas del discípulo que, porque anhela seguir al Señor, se sienta a los pies de su Maestro para escuchar su Palabra (Lc 10,39). Esta disposición de escucha lo lleva a comprender la Palabra (Lectura), a hacerla realidad en su vida (Meditación), a suplicar fuerza y luz para seguir el camino de Jesús y a dar gracias por su obra en la Iglesia (Oración), a impregnarse del Reino de Dios y a trabajar por su venida (Compromiso).

Los principios de la lectio divina fueron expresados alrededor del año 220 y más tarde ejercitados por los monjes católicos, especialmente en las reglas monásticas de San Pacomio, San Agustín, San Basilio y San Benedicto.

Este proceso de búsqueda del Señor es una experiencia mística, donde no entra únicamente lo intelectual, sino que es una experiencia de Dios en el hoy, aquí y ahora. De nada sirve conocer lo que han sentido y vivido otros personajes si uno mismo no es capaz de hacer esa experiencia. Es esto lo que posibilita y facilita la Lectio Divina, pues por medio de una lectura gradual del texto se va profundizando y adentrando en el mensaje que transmite buscando al Señor que se da a conocer por medio de esa revelación. Si bien trabaja el texto escrito, lo profundiza, lo reflexiona, lo reza, siempre tiene la perspectiva de la vida, siempre busca aplicar esa palabra al día a día, a hacer vida aquello que fue conocido por medio de la Escritura.

Esta "lectura de las Sagradas Escrituras" cotidiana y familiar ha sido vivamente recomendada por la Tradición de la Iglesia y más recientemente por el Concilio Vaticano II afirmando: El Santo Sínodo recomienda insistentemente a todos los fieles, especialmente a los religiosos, la lectura asidua de las Escrituras para que adquieran “la ciencia suprema de Jesucristo” (Fil 3,8), “pues desconocer las Escrituras es desconocer a Cristo”...decía San Jerónimo.

En la tarea evangelizadora es de capital importancia el anuncio explícito de la Buena Nueva de Jesucristo. Todos necesitamos ser evangelizados de modo permanente porque nunca acabamos de introducir el Evangelio en nuestra vida ni nuestra vida en el Evangelio.

Las Hermandades y Cofradías como asociaciones de fieles tienen una vocación de vivir la fe, de transmitir la Verdad y de amar a Jesucristo. Y, además, los cofrades tenemos la obligación, no sólo en Semana Santa, de anunciar el Evangelio y dar un verdadero ejemplo de vida cristiana. La finalidad de las Cofradías no puede verse al margen de la misión de la Iglesia: la evangelización. Considerarlo de otra manera es la forma más clara de dejar de ser lo que somos para convertirnos en defensores de unos intereses impropios de una Hermandad, porque no serían los de Cristo y los de su Iglesia.

Si bien las Cofradías realizan una aportación específica a la vida y la comunicación de la fe, cada una según su propia peculiaridad, su labor es más necesaria hoy que nunca, en una época de secularización y descristianización, de nuevo paganismo, de indiferencia, y de increencia ambiental y cultural.

Como movimiento eclesial los cofrades debemos alimentarnos de acciones que son la base de la vida cristiana, la lectura de la palabra de Dios, la catequesis como proceso de formación, la participación en los Sacramentos como impulso de una vida renovada y la oración como punto y lugar de encuentro.

Mª del Carmen Hinojo Rojas
  










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