Son muchas las fiestas litúrgicas que se celebran en honor a la Madre de Dios, la Virgen María. Sin embargó, a veces no conocemos muy bien su historia. Esta celebración nos llega por el legado de los primeros cristianos, y además gracias a ella se pudo poner fecha (8 de diciembre) a la solemnidad de la Concepción Inmaculada de María.
La celebración de la fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María, es conocida en Oriente desde el siglo V. Fue fijada el 8 de septiembre, día con el que se abre el año litúrgico bizantino, el cual se cierra con la Dormición (Tránsito de María), en agosto. En Occidente fue establecida hacia el siglo VII y es una de aquellas cuatro principales fiestas de María en honor de las cuales el Papa Sergio I organizó una solemne procesión que salía de la iglesia de San Adriano en el foro romano y terminaba en Santa María Mayor, donde se celebraba la Misa.
El Evangelio no nos da datos del nacimiento de María, pero hay varias tradiciones. Algunas, considerando a María descendiente de David, señalan su nacimiento en Belén. Otra corriente griega y armenia, señala Nazaret como cuna de María.
Los orígenes de esta fiesta hay que buscarlos probablemente en Jerusalén. Ya en el siglo V existía en Jerusalén el santuario mariano situado junto a los restos de la piscina Probática, o sea, de las ovejas. Debajo de la hermosa iglesia románica, levantada por los cruzados, que aún existe -la Basílica de Santa Ana- se hallan los restos de una basílica bizantina y unas criptas excavadas en la roca que parecen haber formado parte de una vivienda que se ha considerado como la casa natal de la Virgen.
Esta leyenda, fundada en apócrifos muy antiguos como el llamado Protoevangelio de Santiago (siglo II), se vincula con la convicción expresada por muchos autores acerca de que Joaquín, el padre de María, fuera propietario de rebaños de ovejas y que estos animales eran lavados en dicha piscina antes de ser ofrecidos en el templo. Después del año 603 el patriarca Sofronio afirma que ése es el lugar donde nació la Virgen. Posteriormente, la arqueología ha confirmado la tradición.
El primer testimonio de la fiesta es un himno de Román el Melodo (año 560). Para San Andrés de Creta (740) esta fiesta es ya una antigua costumbre. En Occidente, como señalaba anteriormente, se introdujo en el siglo VII. Además de la noticia del Liber Pontificalis referente a la procesión ordenada por Sergio I, tenemos el testimonio de los sacramentarios romanos a partir del Gelasiano antiguo. En el Concilio de Reims (630) se prescribe como día festivo. Y a partir del siglo XI-XII se halla generalmente establecida.
La conmemoración tiene la alegría de un auspicio premesiánico. Es por eso, que esta celebración, como enseña San Andrés de Creta es, “el principio de las festividades y sirve como puerta hacia la gracia y la verdad”. San Juan Damasceno dijo: “el día de la natividad de la Madre de Dios es festividad de alegría universal, pues a través de Ella se renovó todo el género humano, y la aflicción de la madre Eva se convirtió en alegría”.
La llegada al mundo de la que habría de ser Madre de Dios, es un anuncio y un anticipo de la redención obrada por Jesucristo. Concebida sin mancha de pecado, María nace llena de gracia y de santidad. El nacimiento de la Virgen María es una proclama de la venida de Jesús, el preludio de la Buena Nueva. La llegada de esta niña al hogar de San Joaquín y Santa Ana significa para el mundo la verdadera esperanza y las primeras luces de la salvación.
Mª del Carmen Hinojo Rojas
Recordatorio El Candil: Lectio Divina