Barrio
de Santa Marina. Plaza del Conde de Priego. Uno de los muchísimos rincones de
la ciudad cubiertos de un embrujo personal e inconfundible. Llámele usted
solera, si lo desea, siempre y cuando destierre en el olvido el término “marco incomparable”, que ya a uno le
cansa el no poder comparar nada. En dicho emplazamiento, venía yo a decirles,
se inauguró el pasado sábado 18 de octubre un azulejo ubicado en las paredes
del convento de Santa Isabel de los Ángeles. Sí, hombre, sí, usted lo conoce
por San Pancracio y suele acudir casi todos los miércoles del año a realizar
las peticiones correspondientes al mencionado santo. El magnífico azulejo, debido
al diseño del prestigioso artista don Rafael de Rueda, representa a Nuestro
Señor Resucitado. Y con la inauguración del mismo, al que antecedió la
celebración de una Misa de acción de gracias y un Rosario con las imágenes de
Santa Marina y de María Santísima Reina de Nuestra Alegría por las calles del
barrio, se puso punto final a los actos conmemorativos del XXV aniversario de
la bendición de la talla de Miñarro.
En los prolegómenos previos al
descubrimiento del azulejo en cuestión, tuvieron lugar un par de intervenciones
orales en una de las cuales se vino a señalar al Hermano Mayor actual así como
a su antecesor en el cargo como grandes responsables de lo que la Cofradía en
sí es hoy día. ¡Ay! ¡Cuán desafortunadas palabras para echar por tierra el
trabajo de otros Hermanos Mayores así como el de tantas otras personas que
alguna vez ocuparon un cargo dentro de las distintas Juntas de Gobierno de la
corporación! Así pues hoy me van a permitir tomarme la licencia de emplear
estas líneas para repartir entre algunas personas varias raciones de rabitos de
pasas.
Todo lo que una Cofradía es en un momento determinado en el tiempo
no deja de ser ni más ni menos que el fruto de los esfuerzos y los desvelos de todos sus hermanos. Quede ello
claro de antemano. Pero en un caso como el de la Hermandad de Nuestro Señor
Resucitado, la Junta de Gobierno actual habría hecho bien en recordar a todos
los asistentes al acto de cierre del XXV aniversario de la hechura de su
Sagrado Titular que la misma fue posible gracias a la infinita generosidad de
la madre de D. Joaquín Cabello Fernández (hermano de la corporación desde su nacimiento y quien ocupara distintos cargos en la Junta de Gobierno de la
Hermandad, incluido el de Hermano Mayor), quien sufragó íntegramente el coste de su realización. En aquellos
tiempos la Hermandad de Santa Marina se parecía a la actual lo que un huevo a
una castaña: el paso de Cristo no tenía un oro reluciente, el guión de la
Hermandad era de los más “discretos” de Córdoba, ni se podía soñar con la
hechura de un misterio ni mucho menos con hacer una casa de Hermandad como la
actual (de hecho los pasos se guardaban en la casa que el señor Cabello tenía
en el barrio por supuesto sin coste alguno para la Hermandad). En actos como
estos es cuando las Hermandades deberían de dar ejemplo de grandeza y señorío,
olvidando rencillas personales y luchas internas. Magnífica ocasión perdida,
señoras y señores miembros de la actual Junta de Nuestro Señor Resucitado. Es
una pena. Una auténtica pena.
Marcos Fernán Caballero
ANEXO: Respecto al artículo “De confusiones y actos dignos de poner el grito en el cielo” que publicamos en esta misma sección el pasado 21 de
septiembre, seguimos recordando –como vamos a hacer semanalmente en esta
sección- que el lienzo de Ntro. Señor de los Reyes (del siglo XVIII), continúa
triste e incomprensiblemente tapado con la actual decoración de la capilla que
ocupan los Titulares de la Hermandad de la Esperanza. Que no caiga en el
olvido.
Recordatorio Candelabro de Cola: Lo importante era el capataz