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domingo, 19 de octubre de 2014

Verde Esperanza: Nos debemos una mirada, Blanca Paloma de Capuchinos


Escribo esto con los ojos vidriosos en el preciso momento en el que desaparece de mi vista el paso de palio de la Virgen de la Paz y Esperanza, que comienza a atravesar el dintel de la puerta de Santa Catalina dejando atrás el Patio de los Naranjos, todo ello a sones de Candelaria, y gracias a la retransmisión online del canal de la Diócesis de Córdoba. Si cualquier palio andando de espaldas me produce nostalgia, esta vez la he sentido de forma más aguda conforme tus varales comenzaban a perderse por el dintel, luego tu divina tez se acercaba al mismo y sólo he acertado a pensar “hasta pronto”, y finalmente tus candelabros de cola escaparon de mi vista, quedándome una extraña sensación de orfandad de Ti.


Esta vez tampoco pudo ser, Madre cordobesa. No pude deleitarme al contemplar cómo los rayos del Sol se colaban por tu palio para acariciar tu dulce rostro, ni cómo de noche tu candelería se convertía en el Sol de la ciudad califal al irradiar esa luminosidad tan característica. Me perdí cómo tu inmaculado templo andante derrochaba paz por los alrededores de la Catedral, me perdí cómo la blancura de tu palio se confundía con la de las calles de tu ciudad, me perdí cómo el pueblo cordobés se regocijaba una vez más en la palabra de esperanza que tu boca entreabierta arrojaba, porque…

¿Qué le habrás dicho, Madre, a tu pueblo para que en tan sólo 75 años te hayas convertido en lo que eres hoy? Sin duda una de las referencias devocionales no ya en Córdoba, que lo doy por supuesto, sino a nivel andaluz. Yo quiero también escuchar tus palabras de paz y esperanza, bella doncella de Capuchinos… Tú bien sabes que mi corazón late, y mis pulmones respiran “en verde”, pero también sabrás que una parte de ese corazón verde se quedó en Córdoba, donde desde entonces deseo volver. Más aún por la espinita que tengo clavada en él, una espinita totalmente opuesta al puñal que atraviesa tu pecho. Una espina que no me causa dolor, sino más bien necesidad, necesidad de Ti.

Aún no sé que se siente al ponerse bajo la luz de tu mirada, y tengo la necesidad de sentirlo. Lo único que sé es que esa espinita desaparecerá, antes o después, pero se esfumará. Mis ojos tienen sed de los tuyos. Te debo una visita, me debes una caricia con los ojos. Nos debemos una mirada, blanca Paloma de Capuchinos.

José Barea










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