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domingo, 19 de octubre de 2014

El Cronista: Ella, Paz y Esperanza


Blas Jesús Muñoz. Hay días que amanecen con una luz distinta, con el presentimiento especial que trae la emoción. No hablará un servidor -humilde e ignorante- de aquellos Miércoles de la infancia cuando apenas conocía un puñado de cofradías que traían más que una alegría cuando salía de casa a su busca. 


Nadie que me haya leído podrá afirmar que estoy a favor de las salidas "extraordinarias". Sin embargo, nadie podrá poner jamás en duda el amor entregado a María Santísima. Es Nuestra Señora, la misma que celebra sus cultos en la Compañía y a la que tanto quiero e idéntica a la que desde la Merced a Capuchinos, se ha posado en las retinas de fieles y devotos que la veían, que la miraban, que la anhelaban en los alrededores de Deanes.

Nada puede uno contar de cuanto siente cada persona -llamada por el Creador para desempeñar su misión en esta vida- a ras de acera. Nada puede uno saber, o quizá un poco sí, de lo que habrá sentido Raquel en la esperanza misma de cuanto le aguarda; de lo que habrán sentido Sergio y Guillermo en lo que están compartiendo; lo que habrá sentido Fernando casi en su regazo; o alguien a quien le trae un recuerdo exacto...

Nadie sabe nada más que lo suyo propio. Nadie sabe quién en esta oscura noche habrá dejado atrás lo difícil. Solo Ella lo sabe. Porque es sola fe. Y Ella, Paz y Esperanza, tiene en sus manos interceder por nuestro destino y hoy, a pie de calle, lo ha hecho una vez más.










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