He leído muchas opiniones contrarias a la designación del torero Finito
de Córdoba como pregonero de la Semana Santa cordobesa de 2015, incluso algún
ataque velado a su persona. Si esperan un texto en esa línea, están
equivocados. La tauromaquia me da bastante igual, respeto a quien le guste pero
a mí nunca me ha llamado la atención. De hecho tampoco me voy a centrar en la
adecuación o inadecuación de la elección del pregonero. Sólo diré al respecto
que para ésta deberían ser prioritarios factores como una trayectoria cofrade
reseñable, una vinculación lo más directa posible con el mundo de las
Hermandades y el hecho de ser una figura en la que el pueblo -cofrade- se vea
reflejado y representado.
Pero como decía anteriormente, no quiero que el artículo camine en esa
dirección. Me resulta más interesante (también de cara al lector) darle la
vuelta al calcetín, y en lugar de dirigir la mirada al ejemplo concreto,
hacerlo hacia lo general. Tomar el todo por la parte y no viceversa.
Hay una serie de cuestiones, entre la que se encuentra el tema de moda
del mes en la ciudad califal, que me llevan a pensar que la Córdoba Cofrade se
está poniendo el traje de luces en demasiadas ocasiones. Esto lo digo desde la
perspectiva que me aporta la lejanía, tanto física como metafísica. Dos Magnas
en dos años, extraordinarias varias, Hermandades realizando actuaciones
estrambóticas, proliferación desmedida de Pro-Hermandades, lo de la Carrera
Oficial por la Catedral, procesos electorales dudosos, cambios de bandas
“rarillos”, designaciones de pregoneros por el mero hecho de ser mediáticos...
Excesos, cuando no extralimitaciones.
.
Hay una tendencia mayoritaria en Andalucía (y ya también fuera de ella) a
sevillanizarse, pero fijándose en aspectos cuestionables, a pesar de la gran
cantidad de cosas positivas que podrían servir de ejemplo. Es decir, se han
importado aspectos negativos -a mi parecer- como la explotación de las salidas
extraordinarias o las actuaciones "raras" del consejo de Hermandades
y Cofradías. El motivo, quizá sea llamar la atención o sea demostrar no sé qué
cosas, o quizá no exista una razón y sea por simple desconocimiento de causa,
pero lo cierto es que a Córdoba le sienta fatal esto de ponerse el traje de
luces con tanta frecuencia.
Con diferencia, lo que más me molesta es que a la Córdoba Cofrade no le
hace falta ningún traje de luces para brillar con luz propia. Yo me cautivé de
Ella de la forma más sencilla posible: conociéndola tal y como es. Y es que
verdaderamente cuando la Semana Santa cordobesa brilla con luz propia es en la
Cuesta del Bailío el Domingo de Ramos, con los dulces acordes de la Banda de
Cornetas de la Coronación de Espinas el Lunes Santo tras su imponente misterio,
el enorme galeón del Señor de la Humildad y Paciencia, con el estilo cordobés
del paso del Caído o con la sobriedad y recogimiento de la Hermandad del
Remedio de Ánimas. Esa es la Córdoba Cofrade de la que me enamoré, y no de la
de grana y oro...
José
Barea