Raquel Medina. En la noche del 4 de diciembre, sonaron campanas a Gloria, Dios mismo nació en la Iglesia de San Pablo.
Por la Corredera vinieron tres Reyes, que fueron siguiendo las pisadas en la arena marismeña que dejaron los rocieros que se postraron ante Él. Iban cargados de regalos para el Niño recién nacido: un tambor, una guitarra y un sonajero de la mejor plata.
El sueño del Salvador lo velaba San Rafael Arcángel, que le ha regalado un sombrero de copa ancha, del hermano Cañero. San José le ha dado sus zahones, para que en la próxima romería, llegue al Ajolí, sobre un caballo andaluz.
Y María... María le cantaba nanas por sevillanas, donde le hablaba de marismas, de pinos y arenales. De potrillos y cigüeñas en Palacio, de un río llamado Quema y de una madrugada en la que todos estarían de nuevo a su alrededor, bajo la luna primaveral. María le acurrucaba con gracia entre amapolas, romero y margaritas, para que en soñara con caravanas el Pastorcito Divino.