Antes de nada, aquí va mi grito escrito de repulsa, yo también soy Charlie.
Dicho esto, me dispongo una vez más a tratar el tema de la diversidad religiosa, que quien me suela seguir con cierta asiduidad sabe perfectamente que es algo que me hace reflexionar con frecuencia.
No hace falta mencionar los hechos acontecidos la pasada semana en París, que desgraciadamente nos traen estos días gran cantidad de noticias en los diferentes medios. En uno de ellos pude leer una entrevista a un escritor francés, Michel Houellebecq, quien había desatado la polémica por aquellos lares debido a una nueva novela que presentaba recientemente.
Por lo visto, el francés provocó opiniones de todo tipo en una entrevista que realizó incluso antes de que la novela saliera publicada. Ésta, trata sobre una historia ficticia de la labor del Islam en Francia en el futuro: debido a la situación para nada esclarecedora de crisis que se cierne sobre el planeta entero, el país de Francia se ve envuelto en pequeñas reyertas urbanas que provocan una revolución, con el consecuente liderazgo del cabecilla de un partido musulmán de reciente creación. Algo así como un Pablo Iglesias musulmán. En las siguientes elecciones estatales, este personaje, por una serie de avatares, se hace con la Presidencia del Gobierno francés, dando lugar a un cambio radical en la forma de vivir de los ciudadanos: las mujeres dejan las vestimentas occidentales, dejan sus empleos alentadas por subvenciones, el número de hombres que consiguen un empleo aumenta… se imaginan, ¿verdad? Una conversión islámica en toda regla. Una ficción bastante atemorizante y espeluznante, desde mi punto de vista. (Sumisión es el título del libro, para quien esté interesado).
Y de repente, en medio de la entrevista, apareció la palabra clave: islamofobia. Este autor señalaba que la islamofobia no es un tipo de racismo. Hay personas que sostienen que este nuevo movimiento sirve de barricada ante un racismo que se hace ya insostenible, y puede ser que algunos así lo sientan, pero yo me niego a pensar que todos los musulmanes son radicales. Soy de la opinión de que ese término es una simple excusa para arremeter contra toda la comunidad islámica.
No podemos dejar que un puñado de radicales de lo que ellos hacen llamar “Estado Islámico” (me gustaría ver a mi un “Estado Cristiano”, a ver quien puede más) nos acobarden por tener creencias diferentes a las suyas. Y aún peor, que generalicemos este fanatismo religioso sobre todos los musulmanes. Crearíamos un ambiente de rechazo continuo, y seamos sinceros, eso no nos convendría a nadie.
Como buenos cristianos que somos debemos ponernos en la piel de aquéllos que lo están pasando mal a costa de unos cuantos terroristas que van matando en nombre de su Dios. Debe ser muy duro que por culpa de los que cometen tales atrocidades se les catalogue por igual simplemente por compartir religión (incluso ellos mismos dictaminan que los que van asesinando no son hijos de Alá).
Todo esto viene porque cuando he visto la palabra “islamofobia” he sentido tristeza. Tristeza porque parece que la tolerancia por la diversidad religiosa tiene fecha de caducidad, y como reza el dicho “en la diversidad está la riqueza”. No nos carguemos aquello que nos identifica y ayudemos siempre al prójimo, piense como piense, crea en lo que crea.
Estela García Núñez
Recordatorio La Saeta sube al Cielo: El Tiempo