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lunes, 2 de febrero de 2015

Enfoque: Manu Carreño y la idiosincrasia cordobesa


Blas Jesús Muñoz. ¿Qué pasaría en el Arcángel si un árbitro cambiara en una misma jugada de opinión? Se lo cuento yo, nada. La gente chillaría, protestaría y le diría lindezas de todo tipo que, según el nuevo tratado de doble moral futbolera, habrían de ser estudiadas por un par de comités.

Eso es lo que pasaría por más que al señor Carreño -en su comentario interruptus- le parezca muy civilizada la afición del Celta y dé (del verbo dar) a entender que en Córdoba somos de otra forma. A lo mejor, como el poblado galo de Astérix.

Sea como fuere, poco se le puede pedir. Desear, por más que haya sido o sea compañero de Manolo Lama, que entienda nuestra idiosincrasia es complicado. Pues ni nosotros mismos nos aclaramos. Lo que está claro que, con mayor o menor idea de fútbol, política o cofradías hay quien en esta urbe dejada de la mano de Dios, aun lo da todo por cambiar las cosas.

Y ahora, para colmo de situaciones desafortunadas, viene un pamplinas a insinuar que somos no sé qué. Cuando él y ellos en general deberían mirarse las servidumbres que rinden ante uno o dos equipos, tratando la información de los demás como la de auténticos parias.

Además, no tienen memoria. La afición del Celta pacífica no es, si recordamos aquel partido de liga contra el Real Betis hace unos años que hubo de ser declarado de alto riesgo, después de una eliminación de Copa del Rey que sentó tan mal a los de la Rianxeira.

Tendremos mil cosas que mejorar señor Carreño, pero mire usted las suyas primero y mire que hay vida más allá de los blancos o de retransmitir por televisión partidos de segundo nivel.










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