Blas Jesús Muñoz. Cuando la Cuaresma alcance su punto álgido, la tensión electoral andaluza también habrá logrado su mejor cota. Como una penitencia sobrevenida, los políticos salen en estos días, o bien a la búsqueda del voto cofrade o bien a la caza de éste, que no es -usando la coletilla de aquella "añorada" alcaldesa- cuestión baladí.
Su letanía de promesas superará en extensión un ejercicio del Rosario antes de un Quinario, Septenario o Novena. Sin embargo, no se trata de un culto en honor de una Sagrada Imagen, sino para mayor veneración de abrazos y sonrisas tan estudiados como artificiales.
Son los profesionales de un bipartidismo que, en Córdoba, es tri o cuatripartito. Prodesionales experimentados en la promesa vacía, la mirada hueca y la mente puesta en el Partido que les da de comer. Pues es su trabajo por más que lo quieran vestir de vocación. Y el laburo es el que trae el pan, el vino y los productos gourmet a casa. Así la vocación se convierte en obligación y queda estupenda en un eslogan.
Luego, algún que otro cofrade hablará en términos de autoengaño, que es como la autoayuda pero para quedar bien ante los demás. Y hablará del respeto creciente a las cofradías por parte de, cada vez, más sectores, confundiendo la conveniencia con el reconocimiento.
Entre tanto, a los amigos de la autoayuda, les reto a exponer los beneficios tangibles de este último mandato, por ejemplo. Las fotos no cuentan.
Recordatorio Enfoque: La culpa es de Correos