Siguen cayendo los días del
calendario cuaresmal a un ritmo vertiginoso, que casi me asusta. Comienzo a sentir
que el sueño hecho realidad está al alcance de la mano, pero a sabiendas de que
aún no se puede acariciar.
En estos primeros días de la
cuaresma, resurge en mí un pensamiento que todos los años se me viene a la
cabeza. Es esa especie de fiebre que le entra a muchos con autodenominación de
origen cofrade, el Miércoles de Ceniza. Todo el año desaparecidos en combate,
ajenos al funcionamiento de una Hermandad los 325 días que no son cuaresma,
pero de repente las cenizas tienen un efecto muy extraño en ellos. Agitación,
prisas, incluso codazos para ponerse los primeros de la fila, una fila que, si
bien no existe o habría de existir en una Cofradía, han abandonado el resto del
año.
El otro día, ignorante de mí,
aprendí qué significado tenía el de la imposición de la ceniza en los orígenes
de las comunidades cristianas. Resulta que era una manera de “señalar” a los
pecadores y alejarlos de la comunidad cristiana durante un período de tiempo
anterior al Jueves Santo, donde se celebraba una ceremonia en la que se volvía
a aceptar a estos pecadores en el seno de la comunidad. Por tanto, eran
cuarenta días en los que, quien recibía la ceniza, se reconocía abiertamente
pecador e iniciaba un camino de conversión y arrepentimiento.
Cuánto dista aquello de lo que
acontece en la actualidad. Hoy está de moda ir a que nos “echen” la ceniza para
luego ir pavoneándose durante la cuaresma. Cuando, en realidad, debería
servirnos para agachar la cabeza, reconocernos pecadores y arrepentirnos de lo
que hemos hecho mal. Ojo, ello no implica que debamos estar tristes, somos
cofrades y el tiempo que ha de venir es por el que suspiramos los 325 días
restantes, pero sí es cierto que es un tiempo litúrgico fuerte, de conversión.
Por tanto, pienso, por no decir sé
–que suena un pelín arrogante- que quien viene atraído por las cenizas
cuaresmales, se diluirá conforme estas lo hagan durante los 40 días. No sirve
para nada ponerse la careta de cofrade en este tiempo, puedes engañar a los que
te rodean, incluso soy de los que dice que se puede llegar a engañar a uno
mismo, pero Dios nos conoce a todos, y sabe perfectamente qué hay detrás de
cada careta. Los “cofraditos” de cuaresma realmente sólo buscan aparentar, o se
toman esto de la Semana Santa como un hobbie más con el que rellenar sus vacías
vidas. En el fondo de la cuestión, ceniza que atrae, ceniza que nos aleja de
Dios…
José Barea.
Recordatorio Verde Esperanza: Como un paso de palio