Ahora llega la Magna mariana, las Vírgenes de la provincia reunidas en la Madre y Señora de las Iglesias, en la cabeza matriz, en la Catedral de Córdoba. Las devociones de un pueblo condensadas entre las blanqueadas y tortuosas calles de nuestro centro. El mes de mayo es el mes de María, y no es un mes escogido al azar, es el mes de las flores, todas esas plantas aletargadas por el frío invierno resucitan para llenar de colorido el vasto horizonte que se otea desde los altos de nuestra ciudad. Pero no sólo es el mes de la Madre de madres por sus flores, es el mes de la Madre porque era injusto que la más atribulada, la más dolorida, la más amargada, la que vio el Fruto de sus entrañas colgado, desnudo y surcado de sangre en un madero, no tuviera para sí 30 días para alegrarnos con ella de ver a su Hijo vivo entre nosotros. Así pues con el mes de mayo nos regocijamos con ella y le admiramos el supremo arrojo con el que aguantó tal angustia.
Pero como todo en esta ciudad, el valor teológico de todas las fiestas religiosas, incluidos los tiempos litúrgicos, si no se viven con unas bambalinas y un paso no se celebran. Digamos verdades Córdoba no es mariana, quizás lo fue hace ya tiempo, pero no veo yo ardor en sus gentes ni devoción a la virgen, los Dolores se salva, y de las Angustias no sabría decir. Pero sinceramente hay más fervor en Lucena con su virgen de Araceli y el Cabra con su virgen de la Sierra, que en Córdoba. Aquí no veo esas multitudes agolpadas, ni colas por ver a la Fuensanta, ni a Rosario, ni al Socorro… Incluso a veces pienso que a la Fuensanta la coronaron por no hacerle el feo por ser en teoría la patrona. En teoría porque en la práctica no se ve mucha devoción que se diga, pero en fin… así hay muchas. ¿No es vergonzoso que la Patrona de la ciudad sea de las últimas en coronarse? No de las últimas de la ciudad, sino de la provincia. Será por algo, digo yo, y lo digo desde mi ignorancia, que en estos temas es bastante amplia.
¡Córdoba mariana! Gran mentira, ojalá si quiera tuviera una Virgen de esta ciudad la devoción de cualquier dolorosa o gloriosa de la tan comparada y envidiada Sevilla. Y si me equivoco que alguien me lo demuestre, que me lleve un día cualquiera a ver una iglesia abarrotada de fieles y devotos orantes ante una efigie mariana, o cristífera.
En fin, sueño con el día en que salga una gloria de esta ciudad y las calles estén abarrotadas, con una Semana Santa con calles llenas, un Corpus con fieles orantes que se cuenten a millares… Y esta vez no voy a terminar diciendo que vayamos a Sevilla, porque creo, muy seguro, que en esta ciudad tenemos imágenes de nuestra Madre que envidiarían allí, no hace falta buscar muy lejos, cada uno en su templo, puede buscar su devoción, da igual que sea en San Jacinto, en San Pablo, en la Fuensanta, en la ermita del Socorro, en San Agustín o en los Salesianos, lo importante es lo que nos embauca, y seguro que aquí cada uno tiene esa imagen que le conmueve por dentro, clavada como una espinita en el corazón, no hace falta pues irse a otras fronteras, busquémosla aquí.
Pero en fin, como siempre digo, y repito, Córdoba tiene lo que se merece.
Antonio Maya Velázquez
Recordatorio La Espada de Damocles: No vamos a cambiar nada