Hemos convivido, desde estas líneas durante un año, intercambiando opiniones, muchas veces incluso discrepantes, y es una bendición creada por nuestro sabio hacedor, que nos hizo libres.
Hemos vivido mil momentos gloriosos, virtualmente grandes gracias a nuestros amigos que escriben y nos dejan una buena parte de su persona, abierta de par en par, para que veamos su interior desde las páginas de este blog.
También hemos pasado mil veces por el semáforo, y mil veces hemos negado con la mano o la cabeza el anónimo ofrecimiento de pañuelos de papel, ambientadores, rosarios de cuentas de madera, y otras mil cosas más, o simplemente no hemos mirado.
Mil veces hemos visto mantas en los laterales de las aceras, bajo los puentes, en los cajeros, mantas que cubren un cuerpo, seguramente dolorido, frío, no por el tiempo si no más bien por nuestra pasividad y por que esos cuerpos tienen la cualidad de ser invisibles, invisibles a nuestro ojos, en nuestros ojos desde ahora, solo esperamos que se reflejen los brillos del metal, de las luces de fiesta y del papel caro que envuelve un regalo.
Hemos visto, mil veces, como se llora en oriente, allí hay una cruenta guerra y cuando aquí nuestras peleas son por vaguedades tales como que tal o cual banda toca mejor que aquella otra, que tal o cual paso es más bonito, que tal o cual capataz es mejor o peor, en oriente tenemos hermanos cristianos que padecen crucifixión, decapitaciones, dolor y muerte.
Hemos visto, desafortunadamente, como lleva unos días llorando la ciudad de Paris, llorando por que no están todos, le han arrancado de forma cruel a una parte de sus hijos, de ese dolor ya tenemos conocimiento.
Vemos como nuestro problema es una puerta de la Mezquita Catedral, y en otros lugares las personas viven sobresaltadas por el incierto impacto de un mortero, el asalto de noche a su casa, sobresaltados por que el mal reina en buena parte de su cercano mundo.
Hemos organizado jornadas para la recogida de alimentos, de juguetes, de ropas, de… mil cosas distintas, todas necesarias, todas ayudan. Pero aún, a pesar de esto, miles de personas lloran por hambre, por impotencia ante el imparable poder de los que disponen de armas suficientes, para acabar miles de veces con todos los habitantes de su tierra, y nosotros pretendemos para acallar este clamor, reuniendo unas toneladas de alimento.
Vamos todos este próximo año a realizar nuestra estación de penitencia delante del altar mayor de nuestro principal templo, allí dejaremos nuestras peticiones, nuestros logros, nuestras aspiraciones futuras, todo lo bueno que podamos generar durante el año transcurrido desde nuestra última valoración interior.
Miles de veces lo haría, pero muy pocas de ellas podría dejar sobre ese altar, figurado, simplemente un momento de felicidad de alguien que esté sufriendo, una de sus lágrimas arrancada por nuestras obras, un segundo de bienestar de una persona.
Ya pregunté desde este mismo lugar ¿Qué crees que le hubiese gustado más al Niño Jesús, un trozo de tela bordado en oro ó la sonrisa satisfecha de un niño y su familia durante un año?, ¿Y a su bendita Madre?.
Y hoy lo que quiero preguntar es más simple aún ¿Nuestra pasión religiosa nos ha permitido hacer a una persona feliz un solo segundo?
Hay miles de personas que están llorando, en cada ciudad nuestra, en cada rincón de cada calle, ¿vamos a permanecer otras mil veces impávidos, ante el dolor y el drama de los demás?
Espero que los cofrades seamos el ejemplo para la sociedad laica, ejemplo de que nuestra autentica preocupación sean nuestros hermanos, que la puerta que nos hace falta cerrar es a la política y sus desafortunados intereses, muchas veces culpables de la pobreza, del dolor, etc.
No es nuestra principal preocupación, queremos que el Niño Dios, llegue a nuestras casas con una sonrisa, con una chispa de felicidad, pero que sea por una obra nuestra, por la obra de un cofrade, seas de la hermandad que seas, pero que seas hermano de todo ser viviente.
Sonríe y haz que alguien sea feliz un solo día, verás que sonrisa más bonita deja en tu casa en Bendito Niño, y sentirá lo que siente un verdadero Cofrade.
Antonio Alcántara