Blas Jesús Muñoz. Es uno de los grandes retos y, por otro lado, de los grandes déficits, de la Semana Santa cordobesa. Aumentar el número de miembros que integran los respectivos cortejos penitenciales, aparte de ser una empresa ardua, se ha convertido en una necesidad imperante, a fin de exponer aun con más contundencia la profesión pública de de inherente a las hermandades.
En este último sentido, la Catedral se ha erigido como un emblema al que las cofradías se han adherido, si bien de una forma contundente, no es menos cierto que durante la última década muchas de ellas ya han ido dando pasos decididos hacia el entorno de Torrijos.
Así las cosas, tres exponentes de vitalidad nazarena los conforman las hermandades de Sentencia, Caído o Paz y Esperanza. Tres corporaciones que, sin duda, entre los diversos aspectos en que sobresalen, uno de ellos es el de superar el medio millar de personas que integran sus respectivos cortejos. A ellas hay que sumar el hecho de que otras corporaciones vienen progresando de manera significativa en este sentido.
Un reto complejo que pasa por muchas aristas, pero que ha de ser el objetivo alcanzable de aquí a medio plazo y así demostrar lo que ya hacen dichas cofradías y que repercute en otras parcelas como las de la música o el mundo del costal.